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Cientos de familias disfrutaron del sol ardiente de Veracruz

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Ayer, extranjeros y nacionales abandonaron el puerto jarocho, tras aprovechar el periodo vacacional de Semana Santa.

Veracruz, Ver.- Ayer domingo se acabaron las vacaciones en la zona de playas, el sol hervía sobre las cabezas y nucas de los turistas, que abandonaron la ciudad en unas horas.

El olor de los bloqueadores se transportaba de nariz en nariz mientras iba muriendo en las pieles de quienes están sentados en la arena, sobre sus toallas, contemplando el oleaje del mar.

Apenas ayer, las playas de Boca del Río inundaron en sus arenas, cadáveres de aguamala en las rodillas, espaldas, y brazos de los visitantes, que debieron ponerse orín, vinagre o cualquier otro remedio casero para sopesar el ardor.

De acuerdo con el secretario de Turismo, Harry Grappa Guzmán, al igual que el alcalde Ramón Poo Gil, vinieron a la ciudad un millón y medio de turistas, y que hubo un lleno total en hoteles.

Aunque no se permitiría estar con casas de campaña cerca de la playa porque sería peligroso, los turistas respondieron estableciéndose en las banquetas, donde pernoctaron varias veces.

Otros más no atendieron las recomendaciones, como los Flores Moreno, quienes vinieron en días pasados para establecerse en las playas de Villa del Mar, en varias tiendas de campaña, siendo 45 personas en total.

Hasta ahora el saldo es de una persona ahogada en Playa Norte, una menor de once años muerta por el impacto de un tráiler a ocho automóviles y siete lesionados en el mismo percance que sucedió en la caseta de La Antigua.

Tres de ellos eran menores de edad y quedaron atorados entre los fierros de los automóviles.

Las contradicciones

La playa pudo ser una contradicción. Mujeres que observaban el va y viene de sus hijos en la playa, madres a quienes no les importa lo que éstos hagan. Hombres que abrazan a sus esposas y otros que miran la piel de una muchacha en bikini.

Niños felices construyendo castillos de arena, otros que hacen el berrinche porque no les compraron el juguete que pidieron, padres de familia que dijeron venían a un domingo familiar, pero que vinieron a emborracharse y a ser regañados por sus esposas.

Sillas y mesas repletas de familias, sillas y mesas vacías, meseros de playa presurosos con sus bandejas con cafés, meseros de playa esperando que les caiga un cliente para ofrecerles micheladas en sesenta pesos, mariscos por encima de los cien pesos.

Unos se van, otros llegan…

El agua está en calma, la arena arde como el sol, visitantes que vienen y van a este campo de concentración de cabezas que hierven y buscan algún refugio en la sombra.

Niños improvisan partidos de fútbol, otros más hacen sus castillos de arena para soñar sus propias guerras.

Niños son enterrados por sus mamás en la arena, al parecer, como prueba de amor, o eso es lo que les dicen, otros más resguardados en casas de campaña, mientras el pico de gallo y la tortilla entran hechos tacos a la boca de los turistas.

Turistas que vinieron en camiones marca Scania estacionados en calles a la redonda como en Xicoténcatl, turistas que vienen en carros con placas de Puebla, Tlaxcala, Estado de México, Michoacán, Jalisco.

Viajeros americanos que en un inglés sureño charlan sobre el clima y sobre lo pesado del viaje. Locales que vienen desde las colonias como Lomas de Río Medio 3.

Además la vendimia no puede esperar: artículos para playa desde treinta pesos, volovanes de jaiba que en realidad son de atún, playeras a cuarenta pesos, tres por cien.

Venta que “ahí más o menos”, o “salió para el día”, “la gente ya no compra como antes”, según dicen estos expertos de a pie que se enfrentan contra más noes que síes.

Algunos turistas abandonaron ayer la ciudad, señores que guardan su hielera en su camioneta Windstar color arena de Puebla mientras otros más llegarán en su Golf, como una familia capitalina, con placas del Estado de México 515-WBH.

Estos que llegan saben que la ciudad volverá a su rutina diaria, sobre todo en las playas, que los propios porteños sólo visitan para correr o en tiempo de Semana santa, donde disfrutan de los mismos slams de siempre, con sus chanclas de pata de gallo y su cerveza amarillenta en la mano.