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La virgen de Tlacotalpan recorre la ciudad entre el 'Colás' y la 'Bamba'

  • Juan Eduardo Flores Mateos
Visitantes de Puebla, Oaxaca y el Distrito Federal admiran a la virgen en su trayecto.

Tlacotalpan, Ver.- Pasadas las cuatro de la tarde, la virgen de la Candelaria dio su tradicional recorrido por calles tlacotalpeñas; por primera vez, en más de un siglo, jaraneros la acompañaron tocando el Colás, Zapateado y la Bamba.

Llevada por una decena de acólitos que cargaban los 300 kilos de porcelana que la conforman, y rodeada por una cuerda que sostenían fieles paisanos a quienes les colgaba una pañoleta, llegó al río entre el tumulto que se acercaba para verla.

Entre empujones, mentadas de madre, y una marea de codazos de los que eran víctimas adultos mayores, la virgen salió de la Catedral después de un rosario, para tomar la avenida Carranza y doblar en María Alegre con destino al afluente.

La envolvían un montón de soneros vestidos de forma colorida que al unísono le amenizaban la tarde a la virgen, a quien le ondeaba una cabellera que dejaba atónitos a los que la miraban.

“Mira qué hermosa se ve”, “mira su pelo qué hermoso”, “quiero tocarla” se escuchaba entre la gente.

Algunas personas como doña Norma vinieron de municipios cercanos, de Carlos A. Carrillo, a unos 40 kilómetros. Ella vivió aquí, pero nunca había tenido la oportunidad de vivir la fiesta del pueblo.

“Imagínate cuánto me había perdido, qué bonito es esto. Imagínate ser de tan cerca y no poder contemplar algo como esto. Incluso yo viví aquí seis años y nunca pude vivir así esta fiesta del pueblo”, dijo la señora quien era acompañada por su hijo.

Algunos venían de otras tierras como de Puebla, Oaxaca y el Distrito Federal.

“Somos muy creyentes y nos gusta venir a las fiestas, mira qué hermosa se ve la muchacha” dijo una señora de falda y lentes que venía del Distrito Federal.

Entre los empujones y la canción de La Bamba que sonaba, una señora de pelo cano se enojó y lanzó: Oigan tranquilos, esto no es de animales. Todos queremos ver a la virgen, pero paso a paso.

Otras escenas que transcurrían mientras la gente se balanceaba como una gran marea, eran la de padres llevando a sus hijos, hijos llevando a sus padres, y abuelos que iban juntos contemplando alegres la enorme figura de porcelana.

Un día antes, en un fandango, un sonero de Mono Blanco había reclamado que por qué habiendo tanto sonero, unos cinco mariachis de fuera venían a tocarle a la virgen.

Fue debido a esa petición que por primera vez soneros acompañaron en todo su recorrido a la virgen, que vestía una corona reluciente y un vestido color carne.

En el recorrido se pudo observar también algunas personas que se desmayaron por el calor, y por el gentío que convirtió a Tlacotalpan, en ese pueblo vivo y abarrotado que sólo es visto así cuando ocurren las fiestas de la Calendaria.