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"A Brian quisimos encontrarlo vivo, hoy sabemos dónde ir a rezarle"
Xalapa, Ver. – “Te vamos a encontrar” prometió la familia de Brian Atilano Ramos desde el primer día que desapareció, un 09 de febrero de 2017. Once meses después, el cadáver del joven de 19 años edad fue hallado en un predio de Orizaba. “Evidentemente quisimos hallarlo vivo, pero ahora sabemos dónde ir rezarle”, comparte el padre.
El 11 de enero de 2018, el cuerpo de Brian fue despedido en su natal Orizaba por familiares, amigos e integrantes de una agrupación a la que en vida perteneció, dedicada a fortalecer el sentido de responsabilidad, pero también a combatir la violencia, la apatía y algunos vicios que enfrentan jóvenes de entre 14 y 21 años.
“Estamos viviendo un golpe muy fuerte pues nosotros somos familias de bien, honradas y trabajadoras. El que hayan arremetido contra mi hijo es algo que no me explico, pero no buscamos saber quién lo mató, esperamos justicia divina. Otra situación así no la aguantaríamos”, confiesa el padre, que prefiere conservar el anonimato.
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El día que a Brian Atilano “se lo tragó la tierra”, pidió permiso a su abuela para reunirse en casa de un amigo, a escasas dos cuadras de su domicilio. Por mensaje de texto avisó que regresaría pronto, quizá, para seguir viendo series como “Naruto” o “Doctor House”, que eran sus favoritas.
La comunicación celular entre Brian y su familia se perdió el 10 de febrero a las 12:53 am de 2017, y con ello comenzó una nueva búsqueda en la zona centro del estado, territorio marcado con al menos 120 casos de desaparición que registró el colectivo Familiares de Desaparecidos Córdoba-Orizaba entre 2011 y 2016.
La popularidad del joven pronto se hizo presente en redes sociales; un video que su madre publicó en Facebook pidiendo ayuda para localizarlo alcanzó los 20 millones de visitas, cifra que no se veía desde octubre de 2015, cuando la activista Aracely Salcedo Jiménez increpó en Orizaba al exgobernador Javier Duarte de Ochoa para protestar por los plagios que se habían cometido en esa región.
La familia Atilano Ramos no cesó en el rastreo de pistas de quien fuera hijo y nieto único. “Lo buscamos en Córdoba, Fortín, Orizaba, Río Blanco, Mendoza, Nogales, Ixtaczoquitlán, Potrerillo, Veracruz y Zongolica, repartiendo volantes y pegando tabloides en los postes de las ciudades. Nuestra meta era encontrarlo”, agrega el padre.
El 28 de abril de 2017, la fotografía de Brian, junto a las de un centenar de desaparecidos, tapizaron las principales calles de Orizaba, durante una marcha que encabezó el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra. La pancarta de Brian fue sostenida por su familia entera que unísona gritaba “¿Por qué los buscamos?, porque los amamos?”.
Después de casi un año de espera, “la angustia terminó”. El 31 de octubre de 2017, los padres de Brian fueron avisados sobre el hallazgo de un cuerpo que reunía las características de su desaparecido: 1.76 metros de estatura, complexión robusto y tez moreno clara. Dos meses y 10 días después las pruebas de ADN confirmaron su muerte.
“El hecho de haberlo encontrado no es que sea algo grato, pero al menos sé que ya está con Dios, mucha gente pasa años y es una angustia bastante fuerte, que te va acabando poco a poco. A Brian se le dio una despedida digna, y no como delincuente”, explica el padre.
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Los conocidos de Brian lo reconocen como “hermano” e integrante de una agrupación que cada fin de semana se reúne para discutir temas culturales, de educación y de interés social que para el “mejoramiento de la vida social, moral y cultural”, explica uno de ellos.
Brian, al grupo aportaba su personalidad sociable y bromista, además de sus conocimientos sobre tecnología, propios de un estudiante de Ingeniería Industrial, del Instituto Tecnológico de Orizaba (ITO).
No obstante, completado el primer semestre el joven cambió de opinión y pidió a sus padres que lo apoyarán para inscribirse en la carrera de Mecatrónica. Los planes era estudiar en Universidad del Golfo de México (UGM) o en la Universidad Veracruzana, en el puerto de Veracruz”, recuerda el entrevistado.
“Mi chaparro, como le decía de cariño, tenía la inquietud de sobresalir, de ser una persona de bien. Quería estudiar y nosotros lo apoyamos porque finalmente era la única herencia que podíamos dejarle. Además, era el consentido”, reconoce con una risa escueta.
Al final de la entrevista, el padre revela un propósito que junto a Brian planeaba cumplir. “Desarrollar un proyecto sustentable para mejorar el medio ambiente, diseñaríamos aplicaciones móviles. Tenía mucho por vivir”, concluye.
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