La ética periodística: el reto eterno

  • Darío Suárez

Hablar del periodismo es hacer alusión a la profesión en la que se realizan actividades relacionadas con el procesamiento de información actual o de interés y la difusión de la misma hacia un público a través de cualquier medio o portal informativo, ya sea la prensa escrita, la radio, la televisión o las plataformas digitales. El periodismo, según el escritor, periodista, ensayista y poeta polaco, Ryszard Kapuscinski, es una profesión en la que no se puede dejar nunca de estudiar, pues la actualidad es quien manda sobre lo que se tiene que hablar. 


Por otro lado, y según el autor antes mencionado, lo que antes era una mera fuente de información, se ha convertido hoy en un instrumento de formación de la opinión pública. Es aquí en donde recae la importancia del presente escrito, en la relevancia que guarda lo que a diario se informa a través de los medios antes citados y por parte de quienes ejercen diariamente la práctica periodística. 


En este sentido, por un lado, nos encontramos ante profesionales de la comunicación, formados en el estudio y ejecución de la misma y, por el otro, con “payasos” (pseudoperiodistas) que piensan que con portar una cámara y grabar o disparar para captar una imagen o sostener un dispositivo móvil para transmitir información “en vivo”, es hacer periodismo, cuando lo único que hacen es ridiculizar la profesión y a ellos mismos, ya que a ojos vistos es reconocida la falta de preparación y práctica profesional.


El ejercicio del periodismo en la actualidad, sin menospreciar a quienes en verdad informan de manera responsable, objetiva y veraz, se ha visto reducido a personajes que consideran a la profesión como el hecho de tomar un dispositivo o cámara para captar las imágenes y escribir o narrar lo que “mejor convenga”, pasando por alto el verdadero acontecimiento, la sensibilidad de la información, el derecho e integridad de quienes son aludidos y la misma ética profesional que caracteriza al periodista.


De la misma manera, nos encontramos ante aplaudidores del sistema que, mientras se encuentre en el poder al grupo al que sirven, todo lo que acontece va de maravilla pero que al cambiar su suerte, comienzan a publicar lo que mejor convenga para atacar a quien les arrebataron el poder o, peor aún, hay de los que también aplican el dicho: “muerto el rey, viva el rey”.


Es dentro de este quehacer en donde se debe poner en práctica la ética del ejercicio periodístico. Independientemente de los principios de veracidad, oportunidad, actualidad, objetividad e imparcialidad, por citar algunos, es necesario hacer énfasis en la ética como principio fundamental de dicha profesión, ya que sobre ella recae el cumplimiento del resto de los mismos.


Para el jurista y filósofo mexicano, Eduardo García Máynez, “La ética es el conjunto de reglas de comportamiento y formas de vida (…) orientadas hacia la realización del valor de lo bueno”. De esta forma, se debe entender “el valor de lo bueno”, dentro del ejercicio periodístico, como la realización de la práctica informativa de la mejor manera posible, con el único objetivo de informar la veracidad de lo que acontece sin agregar lo que de manera subjetiva se considera pertinente.


Si quienes se dedican a informar, independientemente de contar con una formación académica o no, se dieran a la tarea de revisar y/o investigar literatura referente al ejercicio del periodismo desde su concepción, formación y práctica, otra historia se contaría. Sin embargo, la realidad de esta actividad, al menos en nuestro país y en la entidad veracruzana, se ha visto empañada por pseudoperiodistas que, buscando “el chayo” diario, como algunos de ellos aluden, han hecho decaer esta actividad informativa, abaratarla o al menos ponerla a la cola de las preferencias de quienes se deciden por estudiar alguna carrera profesional.


Es cuánto.