AMLO, la ONU y Nicaragua

  • Roberto Rock

Cerca del centro de Managua -capital de Nicaragua-, una zona entregada a la delincuencia y que muestra aún los daños por el terremoto de 1972, el atrio y el interior de un templo exhiben los orificios dejado por metralla disparada por bandas paramilitares y francotiradores sobre estudiantes que realizaban protestas contra el régimen y se refugiaron en el lugar. Hubieran sido masacrados de no ser porque jerarcas religiosos locales y el nuncio apostólico se presentaron para darles protección.

 

Más de 300 jóvenes han sido asesinados durante constantes manifestaciones aplastadas por la dictadura de Daniel Ortega, que gobierna actualmente al país, incubada tras la caída de otra dictadura, la de Anastasio Somoza, al cual Ortega ayudó a derrocar, en un ciclo en donde la serpiente se muerde la cola, según lo describió el escritor Sergio Ramírez.

 

Se trata de una herida de la que América Latina no puede sanar. Y hoy, cuando el presidente López Obrador ocupe la tribuna del mayor símbolo de la convivencia civilizada en el mundo, el foro de las Naciones Unidas, puede perderse la oportunidad de que algo cambie en aquel país, si no el más modesto del istmo centroamericano, sí el más ignorado por la comunidad internacional, la cual parece dar por descontado que esas antiguas repúblicas bananeras simplemente no tienen remedio.

 

Cualquier cosa que el Presidente diga con en uso del peso  de la voz de México será pasado por alto si no se refiere a la farsa del proceso electoral realizado este fin de semana en Nicaragua.

 

Lo que está ocurriendo en esa nación se convertirá en un elefante sangrante en medio de todos los pasillos por los que López Obrador camine rumbo a la tribuna  en la que, según ha anunciado él mismo, pretende dejar por sentada la fuerza moral de su gobierno al preocuparse por los más vulnerables.

 

Una tras otra, naciones de todo el mundo se han pronunciado en contra de la burda reelección del régimen que encabeza la pareja formada por Ortega y su esposa, Rosa Murillo, ambos ebrios de poder y que se dicen guiados por los espíritus.

 

 México y Argentina, que en los tiempos recientes han ejercido una diplomacia coordinada, guardaban hasta ayer un escandaloso silencio ante un proceso electoral sostenido por el terror y las armas de grupos paramilitares, mientras todos los líderes visibles de la oposición, varios de ellos frustrados candidatos a la presidencia, están presos o en el exilio.

 

La cancillería mexicana, bajo la conducción de Marcelo Ebrard, que anoche viajó con López Obrador en vuelo comercial a Nueva York, ha sido omisa al clamor generalizado para que repudie lo ocurrido

 

Aun el presidente de Perú, Pedro Castillo, de pública filiación izquierdista, cumplió su cita con la dignidad al denunciar que el remedo de comicios en Nicaragua “vulnera su credibilidad, la democracia y el estado de derecho, y merecen el rechazo de la comunidad internacional”. Lo mismo ha ocurrido con múltiples países civilizados, que no tienen duda de que postura es la adecuada para defender la democracia y a la humanidad.

 

Apuntes: Un predictamen generado en la Cámara de Diputados prevé recortar 5,000 millones de pesos al Instituto Nacional Electoral que encabeza Lorenzo Córdova. El tema pasa hoy a la Comisión de Presupuesto, que deberá resolver una postura final. De concretarse esta revancha hacia Córdova y la autonomía del INE arrancará un desgaste que nos encaminará hacia un 2024 bajo serio deterioro.

 

 

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Roberto Rock

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue Subdirector Editorial de El Universal y Director Editorial General de El Gráfico y de El Universal.  Actualmente, es vicepresidente de la Comisión Contra la Impunidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).