Veracruz: Precariedad socioeconómica de los aspirantes a la UV
- Hilario Barcelata Chávez
Los jóvenes que pretenden ingresar a estudiar a la Universidad Veracruzana provienen de familias con profundas limitaciones económicas; ese es el signo característico de quienes, en su mayoría, tienen a la universidad pública, como única opción para la superación profesional y el mejoramiento de sus familias.
Algunos datos del Estudio Socioeconómico 2015 que realizó la propia UV a los solicitantes, dan cuenta de esta realidad. De acuerdo con este documento, 22% de los jóvenes aspirantes provienen de familias de nivel socioeconómico bajo o muy bajo, 76% de un nivel medio y sólo 2% proviene de familias con nivel alto.
Es importante aclarar que aquí la categoría “medio” no significa que los jóvenes se consideren de “clase media” (lo cual implicaría un nivel de ingreso mayor al que ellos tienen) sino que piensan que su situación no es tan precaria para considerarla como “baja”. Esto es más evidente al observar otros indicadores de su situación socioeconómica. En este sentido, puede observarse que 53% de las familias de los aspirantes a la UV no tienen automóvil en el hogar, lo cual es indicativo de un nivel de ingreso bajo en la familia. De igual modo 49% de las familias de estos jóvenes no tiene horno microondas, 50% no tiene TV de paga y 40% no ha salido de vacaciones en los últimos dos años.
Otros datos reveladores de la situación precaria de los jóvenes estudiantes es que 37% de sus familias no tienen ni internet doméstico ni línea telefónica en casa. Asimismo 23% de esos hogares no tienen computadora y 22% no tienen lavadora de ropa. En menor proporción se observa una mayor precariedad de algunas familias, ya que 3% no tiene TV y 2.4% no tienen baños completos en casa.
De igual modo se puede observar que la Universidad Veracruzana representa para muchas familias de los aspirantes, la primera generación que podrá obtener estudios universitarios y con ello, la esperanza de una mejor situación económica. Esto se muestra con claridad al observar que 21% de los padres de los aspirantes tiene estudios de nivel Primaria, otro 24% cursó la Secundaria y 20% el Bachillerato en tanto que 8% cursó una carrera técnica.
Esto significa que 73% de los padres de los aspirantes a la UV no tienen estudios de licenciatura. Si consideramos que el menor nivel de instrucción escolar está altamente relacionado con el nivel de ingreso de las familias, estos datos significan que una muy alta proporción de las familias de los aspirantes pertenecen a un rango de ingresos bajos. De hecho sólo 24% de los padres tienen estudios universitarios (20% licenciatura y 4% algún posgrado) los cuales podrían tener un nivel de ingreso mayor, aunque definitivamente no pertenecen a grupos sociales de altos ingresos, pues según se vio antes, sólo 2% de las familias se consideran de nivel socioeconómico alto.
Esta escasa instrucción escolar que manifiestan los padres de los aspirantes se puede observar también en el número de libros que tienen en el hogar estas familias, donde 50% de ellas tienen no más de 25 libros, 21% tienen entre 26 y 50. Es decir, 71% de las familias no tienen más de 50 en el hogar. Para dar un ejemplo de lo que esto significa, considérese que un librero convencional tiene capacidad para almacenar en promedio 175 libros de tamaño convencional. En este caso, estas familias tienen menos de un tercio del librero con libros. En contraste otro 23% tienen entre 51 y 200 libros, es decir, un poco más de un librero lleno y sólo 14% tiene más de 200 libros, es decir, dos libreros llenos o más.
Esta situación socioeconómica adversa que viven las más de 30 mil familias de quienes aspiran a tener un lugar dentro de la UV, es una razón poderosa para repensar el papel social que tiene la UV y para reflexionar sobre la necesidad de eliminar las cuotas que pagan los estudiantes por sus estudios universitarios y para tomar las medidas necesarias para volver realmente gratuita la educación superior.
En este contexto en donde la UV es un indispensable instrumento para el ascenso social, el pago de cuotas, que muchos alumnos no pueden solventar, no debería constituir un impedimento para el ingreso de los aspirantes, ni condicionar la permanencia de quienes ya realizan sus estudios universitarios. El condicionamiento en todo caso, debería ser el desempeño académico de cada alumno y sobre ello también hay que reflexionar, pues la educación debe ser gratuita, pero sólo para aquellos que demuestren con su esfuerzo, interés y resultados que son acreedores a ella.