Héctor Yunes: el cuento de que encarcelaría al gobernador

  • Mussio Cárdenas Arellano

Así ha sido su lenguaje: hoy pega, mañana soba, después patea, luego talla. Su juego es ese, el de Héctor Yunes, vendiendo que ora sí va a encarcelar al gobernador, simulando un quiebre, fingida la ruptura, queriendo evitar la derrota del PRI en Veracruz.

“Yo he sido un crítico de este gobierno”, refiere Yunes rojo, el de Soledad de Doblado, y asume que Joaquín López Dóriga y su auditorio en Radio Fórmula algo le han de creer.

Y que si tiene que refundir en la cárcel a Javier Duarte, lo hará. Y que el limpio es él, el honesto es él, el que no tiene bienes en el extranjero —como le imputan Fidel Herrera y Javier Duarte a Miguel Ángel Yunes Linares— es él.

Ha de asombrar el precandidato priista a quienes no lo conocen, los que no lo vieron militar en el fidelismo, en la subsecretaría de Gobierno de aquel régimen voraz, que gestaba los conflictos sociales para luego ignorarlos, desdeñar a la gente y terminar observando cuando aquel asesor de indígenas, Ramiro Guillén Tapia, se inmoló frente a palacio de Gobierno.

O cuando su operación desde el Congreso de Veracruz, siendo líder de la mayoría priista, sirvió a Fidel Herrera Beltrán, los lacayos legislativos usados para consumar el atraco a las arcas públicas, los créditos suscritos sin reparo ni mesura, avalando las cuentas públicas, el desenfreno administrativo, el boquete financiero que se comenzaba a gestar.

O en aquella declaración ante la prensa, tras conocerse los audios en que Fidel Herrera se solazaba por estar en “la plenitud del pinche poder”, derrochando recursos, desviando dinero para apuntalar las campañas del PRI, recomendando darle “a todos”, llamando a Javier Duarte “candidato reapendejado”. Y Héctor Yunes salió a decir que el único delito que él vea era el de las “grabaciones ilegales”.

Era un alfil del fraude. Su función fue usar al Congreso para avalar las trastadas fidelistas, la suciedad electoral, el saqueo a las arcas para entronizar a Javier Duarte en el poder.

Héctor Yunes tiene hoy otra misión: simular que podría encarcelar al gobernador.

“Yo no tengo compromiso con nadie. A quien tenga que meter a la cárcel, incluyendo al Gobernador, lo haré”, dice el senador con licencia, cuando la nave hace agua y naufragio se dibuja ya.

“No tengo compromiso con nadie —dice con tono de ‘créanme, les juro que sí’—. Llegué contracorriente, en la adversidad y desde luego que quien tenga temas justificados para ser aprehendidos y meterlos a la cárcel, incluyendo al Gobernador, lo voy a hacer. No tendré ninguna limitación para eso”.

Le dice a López Dóriga que su precandidatura no se dio con el apoyo de Javier Duarte, pues, asegura, ha sido un crítico del actual gobierno “de manera abierta” y que siendo parte del sistema lo ha cuestionado “lo cual tienen mayor valor que cuando se hace desde la oposición”.

Sí y no. A ratos es crítico, luego negocia, a ratos aprieta, luego se hinca.

Crítico de temporal, fue lisonjero con Fidel Herrera cuando picaba piedra para ser gobernador de Veracruz en 2010. “Yo no tengo ningún problema con Javier Duarte”, dijo a un grupo de periodistas en Coatzacoalcos mientras mostraba sus calificaciones escolares, impecables, quizá imaginando —oh iluso— que a los inteligentes les conceden las candidaturas.

Muy crítico, muy crítico, había que escucharlo en las reuniones anuales de Alianza Generacional, su plataforma política, adulando sin freno, exaltando a Javier Duarte, la nueva lumbrera del priismo en Veracruz.

Y así pasó al Senado. Y desde ahí fue cómplice por omisión, acallado mientras Veracruz era saqueado, hundido, desgobernado, atracado por la pandilla duartista, por la mafia de Javier Duarte. Y desde su escaño prefirió ignorar.

Apretó cuando el gordobés abolió el sexenio e impuso un gobierno de dos años. Con dedicatoria, la reforma legal pretendía descarrilar a los Yunes rojos, Pepe y Héctor, senadores ambos. Ahí sí replicó.

Meses después ya negociaba de nuevo. Para sus amigos hubo una secretaría en el gabinete de Javier Duarte y la promesa de que él sería el candidato del gobernador. Traición a Pepe Yunes.

Entonces la prensa duartista se lanzó contra Pepe Yunes, por sus críticas al manejo financiero, la deuda pública, el déficit mensual, las conductas ilícitas.

Volvió a ser crítico al percatarse de que nadie lo volteaba a ver, que Pepe Yunes con sus señalamientos lo aventaja kilómetros y cada vez se acercaba más a la candidatura del PRI.

“Yo he sido un crítico de este gobierno”, dice Héctor Yunes. Y sí, ha sido crítico para forzar la negociación, apretar y soltar.

Sonriente, complacido, se le vio en San Julián, el rancho de la familia Yunes Zorrilla, el feudo de Pepe, en Perote, cuando convivió con Don Beltrone, el líder nacional del PRI; con Javier Duarte y el Pato de Tuxpan, alias Alberto Silva Ramos, impuesto en la dirigencia estatal priista, sin mayor mérito, sólo por joder; con todos los que disputaban ser el candidato al gobierno de Veracruz.

Ahí no estuvo Héctor Yunes, el crítico. Disfrutaba las bromas del gobernador, la risotada burlona, la convivencia de los sucios con los impresentables.

Sigue sin dar nombres. A Joaquín López Dóriga le dice que “yo no tengo compromiso con nadie. A quien tenga que meter a la cárcel, incluyendo al Gobernador, lo haré”. Pero no hay en su declaración —por lo menos en la que él mismo difundió— el nombre Javier Duarte de Ochoa.

Vuelve a lo mismo. Culpas sin culpables, farsa pura pues siempre fue aplaudidor del fidelismo y encubridor del duartismo.

Días antes, cuando la Auditoría Superior de la Federación sostiene que Javier Duarte ha malversado 35 mil millones de pesos de origen federal, Héctor Yunes exige castigo pero sin decir quiénes son los culpables, que de la auditoría pase al castigo. “Basta de impunidad. Los veracruzanos estamos hartos de que el dinero destinado para obras y servicios, se vaya a los bolsillos de unos cuantos”. ¿Y los nombres?

Les llamó delincuentes de cuello blanco. Habló del saqueo en el área de salud, en carreteras, en la falta de pagos a la Universidad Veracruzana. ¿Y los nombres?

“Si el vaso no está limpio, lo que en él derrames se corromperá. Por eso exijo castigo para quién o quienes robaron y mintieron a los veracruzanos: Sea quien sea”, expresó. ¿Y los nombres?

Que la ley sea pareja, a secas, evitar que los saqueadores del erario “se vayan a gozar de las mieles de lo hurtado a otro país”. ¿Y los nombres?

“Cada peso debe ser devuelto y aplicado para lo que debe ser: Salud, educación, empleo, carreteras. Para mejorar a Veracruz debemos empezar poniendo orden en la casa y castigo ejemplar para que la corrupción sea desterrada del Estado”. ¿Y los nombres?

Ahora le dice a López Dóriga que si es necesario meter a la cárcel al gobernador, lo hará. Pero no menciona a Javier Duarte.

No se entiende el último tramo de la vida política de Héctor Yunes sin Fidel Herrera, sin Javier Duarte, sin la pandilla con la que convive, con los diputados federales que debieran estar en prisión, pero que lo acuerpan en la foto, Javier Herrera, Erick Lagos, Carvallo, El Pato Silva Ramos, Tarek Abdalá.

De no ser por un acuerdo con el sultán de Nopaltepec, Héctor Yunes no habría sido senador. Después el aplauso y la defensa a Fidel, la descalificación de la evidencia del fraude en 2010, el robo de la elección con recursos públicos. Era pieza de la “plenitud del pinche poder”.

Héctor tenía dos familias: los Yunes y los Fideles, con su entenado político Javier Duarte como mascota. Prefirió a los Fideles, encubriendo lo ilegal, el atraco a Veracruz. Judas se vendió por 30 denarios, Esaú por un plato de lentejas, Héctor Yunes por una senaduría.

Más tarde llegó la lisonja a Duarte, el espectáculo de Alianza Generacional, la entrega de la dignidad al verdugo, las palabras que irritaban, el elogio rastrero, llamándolo líder político, escuchado por su gente, generando la náusea de los suyos, aquellos que lo vieron burlado cuando pretendía el registro para contender por la candidatura a gobernador y el dúo Fidel-Duarte le negaron acreditar las firmas de los priistas cerrándole el padrón de militantes.

Cinco años fue servil a Javier Duarte. Su gente en el limbo, mientras Héctor Yunes llegaba al Senado. Y no hubo para el gordobés ni una palabra en contra, una queja, un reparo. Y ahora dice que siendo hombre del sistema siempre ha sido “crítico de este gobierno. Y López Dóriga que le cree.

Sábese en caída libre, arrastrado por los negativos de Javier Duarte. Son los mismos y son lo mismo, le grita en todo momento su primo, Yunes Linares, y lo adereza con la fotografía juntos, el abrazo del gobernador al que dice Héctor que metería a la cárcel, sonrientes, felices, gozando del poder.

Sabe Héctor Yunes que sólo el desmarque atenuará el desplome en la intención de voto, lejos del gordobés, en el show del conflicto, simulando que de ser necesario enviará a quien sea, al mismo gobernador, a prisión.

Y de nuevo el discurso de las culpas sin identificar culpables, a los que saquearon Veracruz, a los que corrompen las instituciones, los que provocan la crisis de salud, los que socavan la educación, los que desfondan el aparato de seguridad y lo convierten en un aparato criminal que levanta ciudadanos y los pone en manos de la delincuencia.

Fingida es, pues, la ruptura con el gobernador.

Archivo muerto

Punza Héctor Yunes a Miguel Ángel Yunes, su primo, y lo insta a presentar su declaración de bienes, la de conflicto de intereses, la de carácter fiscal, el Tres de Tres. El del PRI —Héctor— presume no tener bienes en el extranjero, directa la alusión al panista, señalado en embestidas mediáticas duartistas de poseer yates y departamentos, más de 100 millones de pesos, cuentas bancarias en Asia, una cadena de gasolineras. Responde Yunes azul que Héctor no le marcará la agenda, que su declaración es pública, que en cada espacio que ocupó en el gobierno federal la tuvo que entrega, que está a la vista de todos y que la entregará cuando sea candidato, no precandidato, como lo pide Transparencia Mexicana. Le refuta Yunes panista diciendo que a Héctor le falta la declaración de encubrimiento, el que le dio siempre a Javier Duarte, gobernador de Veracruz, al que protegerá si llegara a ser sucesor. Contragolpea desde Coatzacoalcos donde lanza el decálogo para enjaular pillastres, la promesa de que Javier Duarte y sus secuaces devolverán todo lo robado a Veracruz Eso y la declaración patrimonial del secretario de Trabajo estatal, Gabriel Deantes Ramos, sus inicios vendiendo teléfonos celulares, sus 39 millones en cuentas bancarias, el poder otorgado por un familiar para manejar esa fortuna, son tema para el análisis que ha de venir… Purga en el PAN de Coatzacoalcos. Van a juicio 41 militantes acusados de traición, de haberse afiliado al PRI. Y pareciera que así es. Sólo que en algunos casos esa afiliación fue a sus espaldas, falsa la firma, sin consentimiento alguno, como un ardid del priismo. Van a juicio ante los órganos de dirección estatal, donde también se ventilará que la purga es selectiva, que es pleito de grupos contra grupos, excluyendo a los adversarios de la dirigencia municipal. Será un caso que no terminará en el PAN sino que lo tendrán que dilucidar los tribunales electorales, donde exigirán que el PRI demuestre que esas afiliaciones fueron voluntarias… Vaya dato: destina Javier Duarte 2.5 millones mensuales para ejidatarios de Tatahuicapan, o mejor dicho para sus líderes, o mejor dicho para las células de Morena, los pejistas. Lo destina el gordobés pero lo pagan los ayuntamientos priistas, entre ellos el de Coatzacoalcos. Lo reciben sus dirigentes pero no lo saben la mayoría de los ejidatarios. Alta traición del gobernador al PRI, a Peña Nieto, a Don Beltrone, a Osorio Chong, pues infla al partido de Andrés Manuel López Obrador en suelo veracruzano con el embuste de que es para evitar que la presa Yuribia sea tomada y medio millón de sureños se queden sin agua. En el fondo, Javier Duarte maniobra, infla a Morena en la sierra de Soteapan y busca neutralizar a la alianza PAN-PRD con un alto costo político, ni qué decir del económico. Divide el voto de la oposición, creído que así al PRI le da para ganar la elección del 5 de junio, y al mismo tiempo fortalece a Morena para el 2018, cuando Veracruz será clave en la elección presidencial, con el Pejemesías en la boleta electoral, en el peor escenario para el PRI, a un paso de salir, de nuevo, de Los Pinos, desastroso su gobierno, caótica la gestión de Peña Nieto, quien a medio sexenio tiene en el crisis al país. No es culpa de Morena. Ellos cachan y crecen. Le vienen las torpezas de Javier Duarte, la desesperación, el hacer sin saber, la traición al priismo y a Peña Nieto. Pero 2.5 millones de pesos al mes son un insulto, y los ejidatarios, los de abajo, ni lo imaginan…

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