Ni Nadia ni nadie…

  • Mujeres Que Saben Latín

Por Estela Casados González

Siempre es un reto tener en clase a mujeres que cuestionan hasta las reglas de trabajo. Así era Nadia Vera. De todos mis años como docente, ella ha sido (lo siento, aún no puedo decir que “fue”) la única alumna con la que he tenido una agria discusión dentro del aula, la única que me ha sacado de mis casillas, que me ha hecho enojar gravemente. Así era ella. Nos gustara o no.

Y así como era ella, su sonrisa hermosa y desafiante tenía el efecto simultáneo de provocar encabronamiento y empatía. Provocaba en mi una sonrisa que servía de espejo a la suya.

Eso fue lo primero que me vino a la mente cuando desperté el domingo 2 de agosto en medio de un mar de mensajes de estudiantes y amigas que me avisaban de su muerte. “¿Los retaste? ¿A tus asesinos los retaste? Ese carácter tan canijo que tenías. ¡Dios!”.

Duele hablar y escribir sobre el cobarde asesinato de una persona valiosa, sobre todo porque compartimos un espacio de formación, porque era mi colega, porque no merecía morir.

Duele más saber que la gente valiosa del país está siendo asesinada y a quienes nos tocó vivir aquí hacemos poco, por no decir nada, para remediarlo, para exigir justicia para ellas y ellos.

En México se cometen seis feminicidios cada día, una cifra conservadora si recordamos que el 31 de julio fueron cobardemente asesinadas Nadia, Yesenia, Virginia y Alejandra. ¿Cuántas más fueron asesinadas ese día en el país?

¿Por qué decimos que es un feminicidio? Tal como lo establece la ley, cuando una mujer es torturada física, sexual y psicológicamente de manera previa a su asesinato, es feminicidio.

Independientemente de que haya tenido lugar un robo o que el objetivo haya sido acallar voces críticas, las vejaciones de las que ellas fueron objeto indican que es un feminicidio.

No se trata de exagerar las cosas. Se trata de visibilizar que, hasta el último momento, ellas fueron tratadas con desprecio y violencia exacerbada por quien fraguó el asesinato múltiple y por quienes lo ejecutaron. Ni más, ni menos.

Al escribir estas líneas te recuerdo, Nadia. Con las virtudes y defectos que me tocó conocer. Al hacerlo, formulo el deseo de que el feminicidio del que fuiste víctima sea resuelto y que aquellos que te arrebataron la vida paguen lo que hicieron. ¿En este país es imposible?

No confío en Mancera. Cuando fue Procurador General de Justicia del Distrito Federal se entrenó en el arte de fabricar culpables, quienes, por cierto, hoy en día están libres gracias a que se pudo demostrar que eran inocentes. ¿Pasará lo mismo ahora que este personaje es Jefe de Gobierno de la otrora Ciudad de la Esperanza?

Siendo él más conservador que sus patrones, lo dudo.

Tu muerte y la de Rubén nos ha pegado hondo a quienes les conocimos, incluso a quienes les tratamos de manera superficial.

Mucha gente tiene un miedo tan grande que les ha frenado la voz. Confunden el susurro con el grito de protesta. No me extraña. Jamás han protestado por nada.

Hoy ocupo este espacio para escribir que no te olvidaremos, Nadia. Que la única manera de continuar viviendo y de recuperar la seguridad perdida es exigiendo justicia para ti. Bajo esa exigencia y con la terquedad de mantener vivo tu recuerdo, construiremos un futuro que sea mejor para todas y todos. En el que ya no estarás. Pero en el que tu rebeldía siempre estará presente, con amor y justicia.