El trabajo doméstico y los hombres
- Mujeres Que Saben Latín
Paco Contreras /
La división del trabajo entre hombres y mujeres ha dado como resultado una perpetuación de roles tradicionales que en el siglo XXI se siguen considerando "normales". La forma en que la sociedad ha resuelto la participación de ambos en el trabajo ha sido tajante y carente de equidad: las mujeres son las responsables del cuidado y atención de la familia, en tanto que los hombres están encargados del trabajo que permite obtener los recursos necesarios para la subsistencia económica.
Con el paso del tiempo estas asignaciones se han modificado y ahora las mujeres han accedido a oportunidades laborales. Sin embargo, han tenido que enfrentar muchos obstáculos para poder desarrollarse, por ejemplo, cumplir con lo asignado en las actividades domésticas.
Evidentemente esta asignación pone en juego a las relaciones de poder en las que el factor económico es determinante para "valorar" las actividades de mujeres y hombres, siendo estos últimos quienes destacan en el ámbito público, en tanto su papel de proveedores. Como resultado de lo anterior, se subestiman las actividades que las mujeres realizan en el ámbito doméstico: no se considera que sea un “trabajo real” ni se asigna un valor monetario a las tareas en el hogar.
Revisando los aprendizajes que como hombres tenemos en cuanto al trabajo doméstico, me he encontrado que éste se considera como una tarea asignada a las mujeres, dado que ellas "cuentan con las características y conocimientos para llevarlas a cabo", naturalizando de esta manera la asignación del trabajo doméstico. Bien recuerdo a aquel hombre de una comunidad indígena del estado de Durango que al participar en una actividad de reflexión comentó: "Yo sólo me las sé comer", refiriéndose a la elaboración de tortillas. Su interlocutor expresaba que sabía elaborarlas pero que tenía que encerrarse en su casa por temor a las burlas y comentarios de las personas de su comunidad, ya que corría el riesgo de que su imagen y prestigio se vieran dañados. Para él y para cualquier hombre de su pueblo era importante ocultar todo aquello que pudiera denotar “feminidad”.
Esta percepción no es exclusiva del medio rural. En el ámbito urbano no estamos tan lejos de situaciones similares. En repetidas ocasiones he escuchado a hombres comentar que aprendieron que "las mujeres sirven a los hombres". Aquellos que en alguna ocasión intentaron incursionar en actividades del hogar fueron relevados por mujeres, ya sea por considerárseles incapaces o a petición de otros hombres que trataron de reforzar la asignación tradicional y excluyéndolos de la experiencia doméstica.
Es verdad que con la participación en las actividades económicas y con el acceso al trabajo remunerado, las mujeres han logrado tener mejores condiciones de vida; sin embargo, otra de las deudas que los hombres tenemos con las compañeras, es nuestra inclusión en las actividades domésticas y en el cuidado de las hijas e hijos. Dichas actividades no deben ser consideradas como una "ayuda" que les prestamos a ellas, sino como parte importante en el desarrollo del entorno familiar y sobretodo de las relaciones entre hombres y mujeres.
El proceso reflexivo de las masculinidades tiene que ir más allá de lo que aprendemos y de lo que nos construye como hombres. Es necesario que trascendamos el nivel de comprensión de lo aprendido para generar cambios sustanciales en la vida cotidiana. Es aquí donde los hombres, más que quedarnos en los aprendizajes, debemos hacer propuestas que nos permitan generar cambios que se den en lo personal, pero que terminen siendo de impacto en nuestras relaciones.
Es de suma importancia que cada uno de nosotros nos hagamos cargo de las actividades domésticas. Estoy consiente de que nos resistimos a realizarlas por la desvalorización que se tiene del quehacer doméstico, dado que se considera que "eso no es trabajo" (en el sentido remunerado). Tampoco es un trabajo fácil: quien haya realizado la limpieza de una casa, elaborado alimentos, así como la posterior limpieza del espacio de cocina, coincidirá conmigo en que implica un gran esfuerzo y desgaste físico.
Mientras los hombres no asumamos una postura activa en el trabajo doméstico, las desigualdades seguirán perpetuándose. La inclusión de los hombres en lo doméstico es una de las formas de transformación de nuestra masculinidad. Debemos acceder a identidades plenas que favorezcan nuestro desarrollo personal y en las relaciones que establecemos.
El trabajo en grupo nos ha permitido descubrir que hay otros hombres que piensan, sienten y adolecen de los mismos aprendizajes. Es por eso que en el Programa de Hombres renunciando a su Violencia (PHRV) nos comprometemos con detener la violencia y reflexionar sobre el ejercicio que hacemos de ella y renunciar a ella.
El PHRV sesiona cada miércoles en el Centro de Integración Juvenil de la ciudad de Xalapa. Se ubica en la esquina que forman las avenidas Acueducto y Ruiz Cortines de la Colonia Unidad Magisterial, en un horario de 18 a 20 horas.
Por un involucramiento activo en el trabajo doméstico.