Rodolfo Mendoza Ronsendo, Director del Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) solicitó recientemente la basificación de 286 trabajadores de la dependencia a su cargo.
Su declaración viene luego de que el Congreso del Estado de Veracruz aprobara basificar -con mayoría priista- a 7 mil burócratas del gobierno del gobierno estatal.
Con dicha petición, el titular del instituto cae en una actitud inconsciente como la del gobernador y los legisladores que aprobaron tal iniciativa.
Antes de hablar de basificación, el titular del instituto tendría que hablarle a los veracruzanos de productividad y resultados en materia cultural. Eso es los justo y lo correcto. A nadie le gusta pagar por un mal trabajo.
Sabemos que en él no recae toda la responsabilidad del trabajo de los directores anteriores, pero sí es él quien da la cara por tal solicitud.
Estamos conscientes de que existen los derechos de los trabajadores, tampoco dudamos que haya quienes lo merecen, se habla de personal con 20 años de servicio.
Lo que no se puede eludir aquí es que han sido las mismas administraciones del PRI quienes los han ignorado, y casualmente ahora que se va el partido oficial están muy preocupados por sus horas, días y años de trabajo.
Mendoza Rosendo debe saber que no se puede exigir más burocracia en medio de un estado en ruinas, en crisis, en desconfianza y en corrupción; se trata de una postura totalmente fuera de contexto y que va en contra de su capacidad intelectual.
El presupuesto general de egresos del Gobierno del Estado para este 2016 es de más de 98 mil millones de pesos, de los cuales al IVEC apenas le corresponden 90 millones de pesos.
Pero eso no es todo, Félix Báez Jorge, ex director del instituto, cuando se sumergió en las oscuras finanzas del instituto declaró que el 80 por ciento del recurso se gastaba en nómina y el resto para las labores propias del IVEC.
Y sin tapujos dijo que había sueldos desiguales y que era necesario un tabulador para que se ganara en base a la antigüedad, esfuerzos y tareas, no a recomendados que terminaban en aviadores.
Rodolfo asegura que no hay aviadores en el instituto, esos dichos quedarán claros cuando se haga una auditoría y revisión de personal en el IVEC. Báez Jorge reveló en ese entonces que había choferes que ganaban sueldos de subdirectores.
De ninguna manera dudamos de la capacidad intelectual y sobrada del actual titular del IVEC, pero otra cosa es el oficio y la mesura política, la locura no se perdona, ahí tiene como ejemplo a su jefe, el gobernador del estado.
Esos 286 trabajadores que el titular del instituto desea basificar, formarían parte de esos 7 mil burócratas a quienes se les autorizó la basificación, sueldos que no pagará el propio titular del IVEC, ni el gobernador que lo propuso, ni los diputados que lo aprobaron; los pagaran los veracruzanos.
La basificación le costará a todos los veracruzanos mil 500 millones de pesos, porque además del sueldo que ya perciben, se gastará en las prestaciones de ley y es ahí en donde se incrementan las cifras que se pegan del presupuesto de egresos.
Desde su fundación en 1987, con el ex gobernador Fernando Gutiérrez Barrios el IVEC ha venido a menos. Hay que decirlo, ha tenido sus años de repunte, pero han sido más los declives.
Y cuando se habla de que el instituto ha perdido el rumbo y se cita a Ida Rodríguez Prampolini no se trata de la “nostalgia” como dicen por ahí. Los tiempos cambian, las sociedades, el consumo cultural, la administración pública, los programas y los objetivos.
Cuando se habla de “Chacha” -como le llaman sus amigos- se habla de visión, de objetivos claros y de resultados palpables en materia cultural. No del regresar al pasado, se habla de mecanismos viables para consolidar a Veracruz como un estado que se conozca por su cultura no por su corrupción, violencia y pobreza.
Ella siempre será referente porque lo hizo, y aún tenemos destellos de lo que dejó, ahí está el “boom” de son jarocho, el rescate del danzón, las casas de cultura que hoy están en el abandono, entre muchas otras cosas más.
Se han priorizado las actividades culturales como la razón de ser del instituto, y se han olvidado precisamente a lo que le apostó la doctora Ida: a la formación de públicos. Este es el reto y en lo que tendrían que estar trabajando quienes trazan y aplican las políticas culturales.
Y sí, no toda la culpa es de la institución y de las autoridades; también de los padres y de la educación pública, sin duda es un asunto cultural y generacional en el que debemos trabajar todos, sin excepciones.
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Periodista independiente