Por: Harmida Rubio Gutiérrez
Durante mucho tiempo usé como frase de identificación en una red social “No puedo ser Penélope si tengo alma de Ulises”. La frase llegó a mi mente de repente, como un gusano que asoma la cabeza. Llegó indudablemente porque me identifico más con Ulises que con Penélope. Y creo que no sólo yo, sino muchas mujeres.
En la Odisea, esa epopeya clásica que ha dado pauta a muchas otras historias, se narran las aventuras de Ulises, viajero que libra peligros, bestias y batallas para regresar a su tierra, Ítaca. Ahí está su amada Penélope, que lo espera desde que partió, tejiendo y destejiendo, negándose a los ofrecimientos de varios pretendientes que desean desposarla… todo por esperarlo a él.
Muchos de los héroes masculinos de las novelas clásicas, modernas y contemporáneas no tienen como fin último el amor. Tal vez, en algunos casos, el amor es el final desenlace de sus aventuras, pero raramente su principal búsqueda. Sin embargo, las mujeres no han corrido con la misma suerte en las historias. Las protagonistas casi siempre buscan el amor, luchan por él o sufren por él. Me refiero al amor romántico, al del príncipe azul o la media naranja. De eso se han tratado por cientos de años las historias de ficción que protagonizan mujeres. Pero eso no quiere decir que sean las únicas historias que tenemos que contar. Tenemos una amplia gama de búsquedas, de conflictos, de aprendizajes, de reflexiones que van mucho más allá.
Les propongo un ejercicio. Un experimento mental y narrativo. Detengámonos un momento a narrarnos en nuestra mente El quijote, El club de la pelea, El Hobbitt, o la historia de su elección, pero de manera distinta, imaginemos que su protagonista es mujer.
Pensemos que “El Quijote” se trata de una ingeniosa mujer que lucha contra molinos, o que en “El Club de la pelea” la protagonista es una chica con insomnio que crea un club junto a su alter ego, o que en “El Hobbit” la historia va de una enana que emprende la búsqueda de un anillo muy poderoso por el que luchan varios pueblos.
Ahora hagamos el ejercicio inverso: imaginemos que Madame Bovary era un hombre que necesitaba continuamente estar enamorado no importando lo que sufriera por esta razón, o que la Cenicienta también era un chico, que aguantaba el maltrato constante de su entorno, pero que el amor de una dama vino a rescatarlo. ¿Cómo suena esto en el mundo contemporáneo? Para muchos puede sonar hasta absurdo, pero ¿por qué no se piensa así para las mujeres?
Pues este es el mundo en el que vivimos. Uno que se ha sostenido de estas historias.
La ficción nos va construyendo, es una de las formas de difusión de la cultura más potentes en el mundo. Sobre todo el cine, tan globalizado y tan accesible para grandes cantidades de personas de todo tipo. Así que en gran parte, por las historias que nos cuentan, se han establecido ciertas experiencias para las mujeres y otras para los hombres.
Pero hay algo más. ¿Qué tipo de ficción consumimos hombres y mujeres? En el documental “Miss Representation” se dice que a las mujeres les interesan las historias de los hombres, pero a los hombres no les interesan las historias de las mujeres. Tal vez no aplique para una generalidad, pero sí a una gran mayoría. Probablemente sea por eso que a toda la literatura que no gusta a ciertos escritores, cineastas y demás narradores la llamen “escritura de mujeres” como algo despectivo. Sin tomar en cuenta que el mundo visto por los ojos de una mujer, es precisamente toda una Odisea. Pero a mucha gente le incomoda meterse en ese traje.
La cosa es ir más allá: tratemos de buscar relatos distintos, o bien, crearlos. En el cine, la literatura, el teatro, las canciones. Historias que no nos encorseten a hombres y mujeres en ciertas vivencias, sino que abran el panorama de nuestra existencia y sociedad.
Verónica Murguía, escritora de ficción, ganadora del premio Gran Angular por su novela “Loba” (que trata sobre una princesa poco agraciada que debe luchar por defender el reino de sus padres), recomienda, sobre todo a niñas y niños o a adolescentes, leer historias escritas por mujeres, sean o no de amor romántico, dice que en ellas encontraremos hilos conductores de lo que las mujeres podemos contar.
La cuestión está en darnos la oportunidad de ser más selectivas y selectivos; buscar aquellas historias en las que se narre a las mujeres de otra manera, con el múltiple crisol de lo que somos. Con todas las aventuras, tristezas, iluminaciones, placeres, frustraciones, excesos, pausas, sueños y celebraciones que nos construyen a lo largo de una vida. Buscar relatos de mujeres reales, relatos de mujeres infinitas.