México lindo y algunas de sus verdades incómodas

  • Myriam Lagunes Marín
A veces nos congelamos y no sabemos cómo actuar ante situaciones de acoso

El acoso sexual en todas sus variantes es parte de la cultura de la violación en la que hemos crecido, en ella se culpabiliza a la víctima de haber sufrido violencia sexual por diversos motivos, como el modo en que iba vestida, si estaba bebiendo o si iba sola, por citar algunos ejemplos y se exculpa al quien agrede bajo el pretexto de “no poder controlar sus impulsos” o ni siquiera se le cuestiona.

A pesar de los errores y omisiones en la aplicación de las leyes en México hacia agresores sexuales, o de los prejuicios sociales que impiden que quienes vivieron violencia de este tipo denuncien, la mayoría de las personas condenamos este tipo de actos y hasta cierto punto podemos reconocer una violación cuando hablamos de la típica escena plasmada en los programas de televisión, donde un criminal acorrala a una indefensa jovencita para abusar de ella. El detalle está en que la realidad dista mucho de este escenario.

En 2017 la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), nombró a nuestro país como el primer lugar en abuso sexual infantil en el mundo, y generamos 34 mil millones de pesos anuales por consumo de pornografía donde los participantes son menores de edad. Si no fuera de por si una cifra alarmante la mayoría de casos de abuso se dan dentro de sus propios hogares, y quienes abusan de ellos son familiares o amigos cercanos de la familia. Así que la violencia sexual proviene de nuestras casas.

La culpa de la agresión sexual nunca es de la víctima sino de quien la comete, sin embargo, la responsabilidad de tener estándares para medir dicha violencia y prevenirla es de todas las personas. Cuando de infantes hablamos no hay que escatimar esfuerzos para su protección, ni descartar dudas sin antes estar realmente seguros de que están en un ambiente favorable para su desarrollo, la situación que vivimos en México en materia de abusos no es normal ni tenemos que tolerarla.

Como personas adultas a veces nos congelamos o no sabemos cómo actuar ante situaciones de acoso callejero u hostigamiento, si trasladamos estas mismas situaciones hacia niños y niñas es todavía más aterrador, paradójicamente de las cifras que hoy les compartí, también somos uno de los países que menos presupuesto dedican a la prevención de estos delitos.

Para atacar el abuso sexual hay que quitarnos la idea de que solo sucede en las calles, de que los únicos que lo cometen son hombres, de que solamente lo sufrimos las mujeres, pero sobre todo de que mientras no me suceda a mí no es mi responsabilidad, para acabar con el ciclo de la violencia tenemos que empezar desde nuestra casa, antes de ser adultos fuimos niños y niñas, empecemos por ahí.