Pepe Yunes y el senador “chambasucia”

  • Mussio Cárdenas Arellano
Duarte, Héctor, Meade, el PRI, sus lastres * Candidatura condenada al fracaso

Todo candidato fallido requiere un vocero lenguaraz. Pepe Yunes tiene el suyo, su tío postizo, Héctor Yunes Landa, el senador “chambasucia” que lo mismo se funde en un abrazo con el narcoempresario Pancho Colorado que le llama “mi jefe político” a Javier Duarte.

Tibio como es, Pepe Yunes Zorrilla no se ve en la contienda por el gobierno de Veracruz, eclipsado por los escándalos del PRI, su partido, el caso Chihuahua y el desvío de dineros del erario federal, el riesgo de cárcel a Manlio Fabio Beltrones por su implicación, y la pequeñez del candidato presidencial, José Antonio Meade, el “secretario tapadera”.

Con cuatro lastres se mueve Pepe Yunes. O con ellos quiere avanzar. O por ellos ve llegar el naufragio.

Uno viene de los días en que el Cártel de Duarte gobernó a Veracruz, pactando con el crimen organizado, entregando el aparato policíaco a las mafias violentas, encubriéndolas en el medio judicial, ocultando las mayores fosas clandestinas del país.

Eran los días en que la deuda del fidelismo, la corrupción, el robo sin pudor alcanzó la continuidad. Javier Duarte, impuesto por Fidel Herrera, detonó el atraco a las arcas, vía empresas fantasma, con un esquema similar al de Chihuahua donde otro Duarte, César, desvió recursos del erario hacia las campañas del PRI.

Allá fueron 250 millones. En Veracruz más de 80 mil millones.

Mes con mes, a ritmo de ladrones de cuello blanco y uña filosa, Javier Duarte agregaba 800 millones al déficit de las finanzas de Veracruz. Dejaba obras a medias, desaparecía el dinero de las becas escolares, incumplía las acciones en materia de salud.

Y el gobierno Federal, Peña Nieto, Pepe Meade, Videgaray, Pepe Yunes, entonces senador, Héctor Yunes, ni sus luces.

Ni un reclamo, ni una alerta, ni un apretón de güevos para evitar que Javier Duarte lanzara a Veracruz al fondo del mar.

Viendo el desastre, Pepe Yunes calló por más de cuatro años. Habló, despertó, al advertir la treta de Javier Duarte para descarrilarlo, reduciendo el período de gobierno a dos años para homologar la elección por la gubernatura con los comicios federales de 2018.

Un día, el joven senador movió el escenario. Llevó a todos a su rancho familiar, San Julián, en Perote, su municipio. Tuvo en la mesa a Javier Duarte, a don Beltrone, a su “tío” Héctor, al Cisne Silva Ramos, y entre fríos y vahos a todos los usó.

Salió candidato Héctor Yunes, lanzado al matadero y pasó a ser el primer priista en la historia de Veracruz en perder una gubernatura.

Dejó que don Beltrone se llevara parte de los fondos de campaña, su moche, según revelaría el ex secretario de Seguridad Pública del duartismo, Arturo Bermúdez Zurita, en un audio presuntamente grabado antes de su detención y encarcelamiento en el penal de Pacho Viejo.

Frustró a Javier Duarte las ganas que tenía de imponer en la candidatura al etílico Cisne Silva.

A su mesa llegaron los que hundieron a Veracruz y los que nada hicieron para salvar a Veracruz.

Otro lastre, el PRI.

Fabricante de corrupción, enfrenta la ira social por el saqueo a las arcas, las de Chihuahua, las del gobierno federal, las de Veracruz, con el esquema de las empresas fantasma.

Veracruz fue el primer caso, acreditado por el periodista Arturo Ángel, del portal Animal Político, que fue a cada uno de los domicilios de las sociedades anónimas que tenían contratos millonarios con el gobierno duartista. Halló viviendas pobres y sus moradores nada sabían de los cobros, de los negocios, de la bronca en que los había implicado el gordobés.

Robo abierto, robo impune, se consumó cuando las empresas fantasma cobraban por servicios no prestado al gobierno estatal. Luego trasladaban el efectivo en cajas de huevo al PRI, movidos en helicópteros hasta edificios en la Ciudad de México, donde se perdía su rastro.

Otra parte de lo hurtado llegó a las inmobiliarias controladas por Karime Macías Tubilla, esposa de Javier Duarte. Y el pobre, deslumbrado por el oro, perdió la razón.

¿Qué acción legal tomó el senador Pepe Yunes? Ninguna. ¿Qué rol asumió Héctor Yunes? Simular indignación.

Un lastre más, el de Pepe Meade.

Militante del sistema neoliberal —sirviendo al panismo, sirviendo al PRI—, José Antonio Meade no termina de arrancar. Cuadradísimo, reacio a las guerras que se ganan entregando la vida, no tiene tamaños para la contienda presidencial.

Tan gris como flojo, su hablar no lo proyecta. Menos, mucho menos, cuando tiene la ocurrencia de defender los gasolinazos, de advertir con gesto despreocupado que es mejor el incremento a los combustibles que subsidiar su precio.

Meade no emociona. Meade no inquieta. Meade no le cae a quienes habrán de votar.

Y esa pequeñez contrasta con el Efecto Peje, el mesianismo del candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, que prende a sus pejezombies así lo sacudan las oleadas de repudio a amnistiar a los vicarios del crimen organizado y sus matones.

O la tibieza de Meade ante las arengas del panista Ricardo Anaya —“joven dictador”, le dice el senador Javier Lozano en su renuncia al PAN—, su capacidad para debatir y sus amnesias controladas cuando condena el incremento a los combustibles olvidando cómo justificaba la reforma energética de Peña Nieto.

AMLO y Anaya van solos en la lucha presidencial. Meade no pinta ni tiene con qué.

Otro lastre, el cuarto, Héctor Yunes.

Lo que Pepe Yunes Zorrilla no se atreve a decir, Héctor se esmera en pregonarlo. Es su otro yo.

Cuando ambos eran duartistas, ni por error hablaban de la cleptocracia que gobernaba a Veracruz. Javier Duarte era “mi jefe político” y haría un manejo excelente con las finanzas de Veracruz. Ajá.

Héctor Yunes es el nuevo Cisne Silva. Rijoso, torpe, no oxigena su discurso ni los obuses verbales que son la misma historia del ayer y de antier y de antes de antier.

En campaña, le imputó al candidato de Morena, Cuitláhuac García Jiménez, que recibía millones y más millones de Javier Duarte, entregados en Casa Veracruz, la residencia oficial del ex gobernador. Nunca lo probó. Sólo golpeó, descalificó.

Y así sigue. Sufre el trauma de la humillación. Sufre el engaño del propio Pepe Yunes, su sobrino postizo, que lo envió a morir.

Que si Veracruz demanda un comisionado nacional de seguridad. Que si Yunes Linares, su primo, el gobernador azul, no puede con la violencia, con el feminicidio, con los ejecutados y los levantados. Que si prometió devolver la seguridad en seis meses y falló.

Es el protagonista de la campaña de Pepe Yunes. Frente a la mesura del de Perote, uno que otro destello contra la monarquía de la moronga azul, parafraseando al Dios Peje, el rollo vesánico del de Soledad de Doblado.

Montado en Pepe Yunes, describe que la candidatura del PRI es la fusión de “todos los proyectos personales”, sumados en un “proyecto que nos permita rescatar a nuestro estado del agravio y la ineptitud de una administración estatal intolerante y revanchista”.

Sigue renuente Héctor Yunes a entregarse al psiquiatra. Sin superar la derrota —y la humillación— en la elección de gobernador, la felpa que le propinó Miyuli, dirimía su bronca en el escenario de la candidatura de Pepe Yunes. Lo suyo es ser el senador “chambasucia”.

Su memoria no es corta, es mañosa. Oculta el episodio de los Poliyunes, su padre y sus hermanos pillados en la nómina de la Policía Auxiliar, con uniforme, con tal de obtener la renovación de permisos para portar armas, asignados como “escoltas del senador”, según documentos que exhibió este reportero. O sea, engañando a la Secretaría de la Defensa y a Gobernación.

Otro día se le mostró junto a Pepe Yunes en un encuentro con Francisco Colorado Cessa, el empresario que lavaba dinero para Los Zetas, vía la compra de caballos de carrera y premios obtenidos fraudulentamente en hipódromos de Estados Unidos.

Y qué decir de aquella conversación telefónica entre Pancho colorado y su hijo, desde la cárcel de Bastrop, en Texas, sugiriéndole buscar a los senadores y entregarle las “hieleras” que ayudaran a resolver contratos con Pemex.

Carga negativos Pepe Yunes, un PRI repudiado, el desprecio al duartismo, la pequeñez de Pepe Meade y el negro historial de su “tío” Héctor.

Con un “chambasucia” así, cómo ganar.

Archivo muerto

Agitando el avispero, Edel Álvarez suma amparos y una revuelta contra el retiro de magistrados y jueces de Veracruz. Separados de sus cargos por llegar a los 70 años, en el caso de los magistrados, y 65, en el de los jueces, dos interpusieron juicios de amparo para evitar la remoción. A Jorge Espinosa se le concedió una suspensión provisional. Otros simplemente se van. Se trata de Raúl Aguilar Urcelay, juez sexto de Primera Instancia de Coatzacoalcos, con 67 años a cuestas; Alejandro Choncoa Tepole, juez municipal de Texhuacán, en el distrito de Zongolica, con 90 años; Melesio Feria Chimalhua, juez municipal de Los Reyes, en Zongolica, 83 años; Oliverio Guillermo García y Agileo, juez municipal de Comoapa, en Huatusco, 79 años; Gildardo Guzmán Monroy, juez municipal en Tlachichilco, 78 años; José Miguel Hernández González, juez municipal de Texistepec, distrito de Acayucan, 72 años; Oliverio Hernández de León, juez municipal de Chinampa de Gorostiza, distrito de Ozuluama, 72 años; Guillermo Reyes Sánchez, juez municipal de Chiconquiaco, distrito de Xalapa, 69 años; Edilberto García Osorio, juez oral penal en Papantla, 73 años; Estela Vázquez Lara, juez segunda en San Andrés Tuxtla, 72 años; Cecilia Vidal Acosta, juez segunda en Papantla, 67 años; Guillermo Vargas Hernández, juez penal oral en Tuxpan, 66 años; José Luis Bouzas García, juez primero en Tuxpan, 65; Framit Ferral Salas, juez segundo en Tuxpan, 65 años, e Isabel Inés Romero Cruz, juez penal oral en Poza Rica, 65 años. De los magistrados, destacan tres, Fernando Guzmán Calvo, Emilio Polanco Servín y Dionisio Gutiérrez, los tres ex catedráticos de la Universidad Veracruzana, curiosamente maestros del presidente del Poder Judicial, Edel Álvarez, quien por cierto nunca litigó, y de Miguel Ángel Yunes Linares, gobernador de Veracruz. Ver para creer… Una vez más, el dime-que-te diré entre el Dios Peje y el gober Yunes. Algo trillada la guerra verbal. Que si Yunes es corrupto, que si es como Karime Macías de Duarte por el reloj que Miguel Ángel Yunes guardó mientras hablaba en la reunión del Grupo de Coordinación Veracruz, y que para el candidato presidencial de Morena es una forma de “merecer abundancia”, que si Cuitláhuac García, el candidato al gobierno estatal, exhibe la fotografía de Javier Duarte estrechando la mano de Miguel Ángel Yunes Márquez, su rival en la contienda por la gubernatura, aquella que se tomaron cuando Chiquiyunes era delegado estatal de Oportunidades. Y el gobernador dice “aguántenme ahí, mañana le respondo”, tildando de “loco” y “paranoico” a Andrés Manuel López Obrador, alias El Peje, y lo reta a un nuevo debate que todo mundo sabe que nunca ocurrirá… Hecho bolas, Miguel Ángel Yunes Márquez cuenta que en un año no se puede recomponer a Veracruz, y que él no es quién para juzgar a su padre, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. Pues no pero su respuesta se viralizó. E hizo recordar que si alguien le puso plazo a la violencia, fue Miyuli. Y si alguien prometió rescatar el dinero robado por Javier Duarte y sus secuaces, fue Miyuli. Y si alguien debió enjuiciar a Karime Macías, fue Miyuli. Pudo decir Chiquiyunes que la deuda del gobierno veracruzano se renegoció con mejores plazos, y que ya se le paga a los pensionados a tiempo, y que la inversión de cinco mil millones de pesos en carreteras ahí está. Pero expresó que en un año no se puede revertir la crisis de Veracruz y el mundo se le vino encima. Y así quiere gobernar Veracruz. Peor aún cuando se exhibe en foto en las redes con Rafael Abreu, como si el episodio del “Yúnete”, la entrega de apoyos a damnificados por el sismo del 7 de septiembre de 2017 no hubiera terminado en la Fiscalía Especializada Para la Atención de Delitos Electorales. Justicia juarista: para los amigos justicia y gracia, y complicidad… Día 11. No despierta el alcalde Carranza y el tiempo corre. Y el caos reina. Dormido o en otra dimensión, nada hace por aliviar la crisis de la basura, y si lo hace, no se ve. Entre montañas de basura, la fetidez, lo nauseabundo, Coatzacoalcos es escenario de un espectáculo infame. A falta de recolección, en cada esquina, en cada cuadra, se observan las bolsas con los desperdicios, mientras Víctor Manuel Carranza Rosaldo se queda inmóvil, esperanzado a que la CTM con camiones de volteo le alivie el problema. ¿O es una crisis creada artificialmente para privatizar? En el día 11 del reinado de Morena, hay algo peor. Ya proliferan los coyotes y los truhanes que tejen negocios al amparo del poder. Hay empleados del proyecto de la esperanza repartiéndose el pastel. Son cobradores de piso. Son cobradores de diezmo. Son los que ya le pusieron cuota a las ligas deportivas —7 mil pesos o les quitan el campo o un porcentaje del pago por arbitraje—, al comercio ambulante, al contratista. Día 11 y estos son peores que el joaquinismo, el theurelismo y el marcelismo. Día 11. La Raíz de la Esperanza también transa… Daño patrimonial por 51 millones en el ayuntamiento de Joaquín Caballero y la Coparmex exige auditoría. Insta —exige— Gabriel Rivera Cerdán, delegado de la Coparmex en Coatzacoalcos, al alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo a aplicar la ley, a revelar dónde se fugó el dinero, a explicar qué recursos de origen federal, sean participaciones o aportaciones o créditos bancarios, llegaron a las arcas y por qué no pagó a proveedores y constructores su antecesor, el ex alcalde Joaquín Caballero Rosiñol. Son 51 millones de daño patrimonial en 2016, una parte, la más pesada, por la construcción ilegal, irregular, de los cuartos de apoyo social con recursos de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Caballero heredó a Morena un quebranto financiero, un gobierno saqueado, “la ciudad llena de baches, basura en todas las calles, no hay servicios y todo debido a la falta de recursos económicos”, acusa Gabriel Rivera. Y le exige al morenista Víctor Carranza una explicación pública. Hoy es la Coparmex local, luego será la cúpula mayor del empresariado… ¿Quién es ese empresario con ínfulas de Comandante H que se rodea de matones, velando las armas, mostrando la vena sangrienta en sitios públicos, causando inquietud, como lo hacía Hernán Martínez Zavaleta en el Port House, casi, casi, como si fuera el nuevo jefe de plaza, como si la SEIDO no lo tuviera en la mira y como si no le hubiera abierto una carpeta de investigación?…

 

 

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