Operativo arte y cultura

  • Jorge A. González
El Operativo Mochila es añejo y quizá funciona, pero no es la solución.

Mientras una maestra lucha por su vida, dos estudiantes se reportan estables y uno más en estado grave.

Es el saldo hasta entonces del tiroteo de un joven de 15 años, que abrió fuego contra su maestra y compañeros de clases.

Los hechos ocurrieron el pasado 18 de enero en el Colegio Americano del Noreste, en Monterrey, Nuevo León.

Enseguida comenzaron a correr las investigaciones. Se supo que el arma usada era de su padre, quien tenía gusto por la cacería.

Ese mismo revolver fue con el que se quitó la vida su hijo, minutos después de concretar su plan.

Se encontró en su computadora, evidencia que lo vinculaba a una red por internet denominada La Legión Holk.

La Procuraduría General de la República (PGR) informó que esta Legión tiene presencia en varios estados del país.

Se trata de un grupo de personas, en su mayoría jóvenes que pretenden adjudicarse acontecimientos que afectan a la sociedad.

Falsifican perfiles y tergiversan información con el objetivo de generar campañas de odio.

Después del acontecimiento en Monterrey sus integrantes difundieron el hashtag "MásMasacresEnMéxico", así como supuestas advertencias de otros atentados en escuelas.

Acciones a priori

Estos acontecimientos que solo veíamos por televisión en colegios de Estados Unidos ya están a la vuelta de la esquina, y ya no son adultos disparando, son adolescentes.

Y cuando todo esto sucede la sociedad reacciona, pero lo hace tarde, cuando hay vidas y secuelas que lamentar.

En México no tenemos la cultura de la prevención, se atienden las desgracias cuando hemos sufrido las consecuencias.

Con lo sucedido en el colegio de Monterrey, enseguida surgieron las reacciones de las Sociedades de Padres de Familia, instituciones educativas y autoridades.

Se comienzan a decir cosas como: hablen con sus hijos, escúchenlos, pónganles atención, vean quiénes son sus amigos y con quiénes se escriben por internet.

Y son recomendaciones válidas que deben de estar presentes y constantes al interior de la familia, entre padres e hijos, pero que se olvidan y se recuerdan cuando ya es muy tarde. 

Por su parte, las autoridades enseguida implementan acciones como el Operativo Mochila a cargo de las corporaciones policiales, que no es más que revisar las mochilas de los estudiantes frente a sus padres y maestros.

Si nos damos cuenta se toman acciones a posteriori, al momento, paliativas; como un “curita” después de una cortada.

La problemática no se visualiza de fondo, y es un asunto que les compete a todos como sociedad: padres, maestros, medios de comunicación y autoridades.

El Operativo Mochila es añejo y quizá funciona, pero no es la solución. Los jóvenes de hoy son más inteligentes y alcanzados que una simple revisión rutinaria de sus pertenencias.

Los padres ya saben lo que tienen que hacer con sus hijos: la cercanía, la confianza, la verdad y la comprensión. Son ellos los responsables de su salud mental, emocional y física.

La escuela tiene injerencia en la manera de pensar de los estudiantes, a partir del conocimiento se crean criterios y decisiones de cómo discernir la realidad y enfrentarse al mundo.

Se dijo que el joven que disparó y posteriormente se quitó la vida, padecía trastornos emocionales como depresión, sin duda es un caso que debieron atender sus padres y detectado las mismas autoridades educativas. Pero eso ya es historia. 

La propuesta

Harían más los padres, autoridades e instituciones educativas si en vez de promover un Operativo Mochila promovieran un Operativo de Arte y Cultura.

No se trata de algo extraordinario y novedoso, un programa que tendría como objetivo desarmar y desahogar todo los pensamientos violentos, físicos y emocionales que los jóvenes traen consigo.

Es aceptable que es muy difícil cambiar a toda una generación que nació con el celular y la computadora en la mano, objetos con los que convivirán la mayor parte del tiempo, incluso más que con las personas.

Las tecnologías son herramientas con virtudes y desencantos, y con esa advertencia deben ser facilitadas a los niños durante su crecimiento y desarrollo. No pueden ser estos aparatos los que rijan sus vidas.

Si le dedicamos más tiempo al arte y la cultura, y dejamos por un momento estos dispositivos a un lado, estaremos recuperando nuestra humanidad, nuestra naturaleza, nuestra sensibilidad, la reflexión, y la comprensión de nosotros mismos.

Está en los padres dejar que sus hijos le inviertan una hora a la televisión, el teléfono o la computadora, o dedicarle 60 minutos a una clase de pintura que le permitirá reflejar en un lienzo sus miedos, temores y sueños.

La música es otra de las artes que mueve emociones y las canaliza a través de un instrumento; que se puede reflejar en lo sublime del piano, en el sonido inquietante de la guitarra eléctrica, la sensualidad del saxofón o la fuerza al golpe de la batería.

El libro es otro de los objetos de apoyo para la comprensión de nosotros mismos y de los demás; si los padres promueven el hábito de la lectura en sus hijos habrán logrado algo valioso: abrir su mente a otros mundos, a la imaginación pero también a la realidad.

El teatro, la danza y el canto nos brindan los mismos beneficios, nos hacen ver y entender nuestro contexto de un modo más humano y menos violento, nos permiten la reflexión y la apreciación; todo eso que como seres humanos hemos olvidado y que nos hacen máquinas ambulantes. 

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