Las mujeres ¿responsables del machismo?

  • Mujeres Que Saben Latín

Por Harmida Rubio Gutiérrez

Hay una situación frecuente cuando se llega al final de una charla o taller feminista, ya sea de sexualidad, de urbanismo, de legislación, acerca del amor o la violencia: siempre hay alguien que levanta la mano y dice algo así: “Pero si son las mismas mujeres las que se atacan entre ellas y además son las que educan a los machos”. Palabras más, palabras menos, pero es un comentario que se repite una y otra vez y que desde este espacio quiero analizar.

Lo primero que hay que decir al respecto es que es cierto, pero parcialmente. Sí, es verdad que las mujeres a veces nos atacamos, y también es cierto que reproducimos patrones machistas; negarlo sería taparnos los ojos ante una situación que sí sucede y que además es preciso atender. Pero querer explicar el machismo a partir de estos dos argumentos es una visión muy corta para un problema por demás complejo y multifactorial.

Los comportamientos e ideas machistas forman parte de un sistema, que como tal, tiene múltiples elementos y relaciones entre ellos. El machismo se reproduce en la familia, en las comunidades, en los Estados, en la religión, en las instituciones, en los medios de comunicación, en las corporaciones, en internet. Somos las personas y nuestras obras (objetos, lugares, palabras, símbolos) las que le vamos dando forma a una visión de la vida en la que las mujeres son consideradas como seres inferiores.

El decir que las mujeres son las que educan a los machos, es ya de por sí un comentario machista. Es pensar que son las únicas responsables de criar y educar en una familia, “les corresponde por ser mujeres esa actividad”. Sin pensar que los hombres educan de manera igual, estén o no presentes en la casa tanto como las mujeres. Dice nuestro compañero de Mujeres que Saben Latín, Paco Contreras, que los hombres también educan en la ausencia. Por otro lado, este argumento deja de lado las muchas posibilidades de configuración de una familia en este siglo XXI, en la que puede haber mujeres que salgan a ganar dinero mientras pueden ser los hombres quienes pasen más tiempo con las y los hijos, o bien, hombres solos que críen a sus hijos. Además, la educación de un individuo no solamente se gesta en la casa, también se adquiere del contexto cercano, de la escuela, de los medios de comunicación y hoy en día por internet. Por eso en una misma familia, puede haber integrantes muy machistas y otros que no lo son.

Por su parte, el argumento de que somos las mujeres quienes nos atacamos entre nosotras, también viene en gran medida de un mito que se ha querido preservar. Esa idea de que somos nuestras peores enemigas fomenta la competencia y la división. Si nos peleamos entre nosotras y no hacemos alianzas, es mucho más difícil que luchemos por nuestros derechos e ideales. Por eso al sistema del que hablamos, le conviene que sigamos teniendo esta idea. Sin embargo, sí que hace falta trabajar en estos comportamientos y tratar de resolver las relaciones entre nosotras, pensando en qué es lo que está de fondo en esa competencia o conflicto y si tiene sentido o no.

Así pues, la lucha entre mujeres y la crianza de las y los hijos por parte de nosotras, no son la explicación del machismo en este mundo, son factores de un sistema lleno de recovecos y elementos entrelazados, que es el que hace falta entender. Además estas dos situaciones no tiran por la borda los esfuerzos diarios de muchas mujeres que han trabajado desde el feminismo para que gocemos de los derechos que hoy muchas tenemos (como el de decidir con quién casarnos o no, como el tener bienes a nuestro nombre, como el poder trabajar y estudiar). Pero aún falta mucho por hacer, y si bien la autocrítica es necesaria, también lo es el reconocimiento de los logros y una buena reflexión para reconocer la complejidad de los problemas y lo que podemos hacer como sociedad para resolverlos.