La ciudadanía ante la violencia
- Mujeres Que Saben Latín
Por Yadira Hidalgo
Xalapa es una ciudad hermosa y hasta sólo hace algunos años, una ciudad tranquila. Desde el 2011, nuestra ciudad dejó de ser lo que era y la violencia se apoderó de las calles, de las casas y las vidas de las y los ciudadanos.
Nuestro centro histórico -antes una de las zonas más seguras de la ciudad- se ha visto desbordado por una ola de asaltos, robos a casa habitación, cristalazos y asesinatos.
El pasado jueves 10 de noviembre, la maestra Guadalupe Mora no llegó a la junta vecinal que una vez al mes se hace en la calle Betancourt, precisamente para analizar y proponer acciones de seguridad debido a los robos, allanamientos y otros actos delictivos que han padecido. No llegó porque su vida había sido arrancada por uno o varios de esos seres que se benefician de la impunidad que cobija buena parte de los delitos en este país.
Lupita era una de las vecinas más entusiastas y participativas. Pagaba puntual la cuota de cada mes para que todo el barrio contara con seguridad privada. No faltaba a casi ninguna reunión y se unió a la faena para limpiar la calle y re pintar las casas cuando éstas fueron vandaleadas durante una noche.
Hay quien la describe como una persona confiada, y en el contexto actual, esa descripción, incluso parece culpabilizarla de su propia suerte, como si ser una persona confiada porque ella misma era una persona confiable, fuera la única respuesta a esta tragedia y se nos olvida que el grado de violencia que vivimos desde hace muchos años, la impunidad en la que los crímenes cometidos quedan y la apatía social que inmediatamente se saca de la manga lugares comunes como “así se va a quedar”, ¨nunca sabremos qué pasó”; no son normales.
Tampoco hablo desde la ingenuidad. Sé muy bien que si las personas piensan así y sacan esas conclusiones es por la experiencia que han tenido ante estos hechos. Pero ¿es que acaso la única vía es cruzarse de brazos a la expectación de que la violencia imparable cruce el umbral de nuestro confort sin decir nada, sin exigir nada, repitiendo el mantra de la inercia y la desesperanza?
¿Qué tenemos que hacer como ciudadanía para exigir lo que es nuestro derecho a una vida libre de violencia? La crítica a los gobiernos está bien, las burlas en las redes pueden ser catárticas, la ironía y el sarcasmo pueden funcionar como placebos contra la rabia y la desesperación; ¿pero qué estamos haciendo y exigiendo como ciudadanía?
¿Conozco a mis vecinos y vecinas? ¿He intentado organizarme con ellas y ellos? ¿Tengo algún protocolo de seguridad con mi familia y mi vecindario? ¿Conozco las leyes y protocolos que debe cumplir la autoridad para proteger a la ciudadanía de la violencia o para iniciar procesos de investigación eficaz? ¿Conozco qué instituciones están a cargo de la implementación de esas leyes y documentos? ¿Cuál es el concepto que tengo de ciudadanía?
Es cierto que las respuestas a estas preguntas no son un seguro de vida, no en un contexto violento como el que actualmente vivimos; pero tal vez en el proceso de responderlas vayamos dando con la clave de lo que debemos y cómo debemos hacerlo. Mucha gente dice no confiar en las instituciones, pero tampoco hace nada por crear alternativas de acción y al final, se sigue dejando en las manos de las instituciones la acción o la inacción de las mismas.
La Maestra Guadalupe Mora era una ciudadana con todas sus letras y es paradójico que esta tragedia le haya arrancado la vida. Sin embargo esto en vez de desanimar a todas las personas que la conocimos, nos debe dar fuerzas para no bajar la voz y exigir nuestro derecho a una vida libre de violencia y también a no ser violentados en la muerte por medios de comunicación irrespetuosos e insensibles que siguen realizando prácticas de ética dudosa, colando las fotografías que alguien amafiado a ellos les pasa sin pensar en el enorme dolor de las familias y los seres queridos de la víctima.
Nunca me he sentido cómoda con la frase “descanse en paz”, no cuando la persona ha sido arrancada de esta manera de la vida, pero espero con el corazón que nuestra querida Lupita descanse en paz.
De nuestra parte, hasta que no se haga justicia, no podremos hacerlo.