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Yo compré a mi perro Simón. ¿Soy “culpable”?

A veces parece que los que hemos volteado hacia los animales, somos “mejores personas”, más “evolucionadas”, más “superadas”. Literalmente estamos por encima de quienes no lo han hecho todavía, y por esa razón, poseemos cierta clase de “derecho a juzgar”.

En mi opinión, nada más alejado de lograr sensibilización, consciencia y conocimiento.

No comprar ni vender perros, esterilizar, adoptar, ser “dueño responsable”, aunque nadie es “dueño” de un ser vivo, porque no tienen precio. Cuatro acciones que hacen a una persona casi ejemplar para nosotros los activistas animalistas.

O mejor dicho para los animalistas rescatistas, aunque no seamos activistas. O mejor dicho para los “amantes de los animales”. Sobre todo en redes sociales, donde la libertad de opinión y esa jugosa y atractiva posibilidad de “juzgar” al prójimo, puede transformarse en un arma de doble filo para la realidad profunda de los animales.

Yo compré a mi perro Simón. ¿Soy “culpable”? Hace casi 12 años, cometí el que hoy sé que es el peor de los errores: compré a Simón, un perro de “raza”, con chip y papeles y todo eso que los adorna para encarecerlos, en una de las tiendas de “mas-Kotas”, más asquerosamente explotadora de animales de México. Hoy soy activista Animalista.

¿Soy “culpable”?

Quizás tuve la suerte de que en esa época, todavía no tenía la posibilidad de subir a redes la foto con mi nuevo perrito comprado, porque imagino que si fuera hoy, sería lo primero que haría, y no puedo imaginar la cantidad de agresiones e insultos, y hasta “intimidación de autoridades del CSA de Xalapa” inbox, recibiría en mi perfil.

Y digo suerte, porque creo que si esto hubiera ocurrido, quizás hoy no sería activista Animalista. Supongo que casi inmediatamente habría pensado lo que ya algunas “demasiadas” veces, desde diferentes sectores de la sociedad, me han manifestado: “los animalistas son muy extremistas, radicales, especiales”. Casi inmediatamente también, habría volteado la cara al movimiento animalista.

Porque también cuando era pequeña, mi familia reproducía a “Dalka” una perra hermosa cruza con pastor, que todos adoraban y nos pedían sus hijos. Claro en una ciudad pequeña, donde sabíamos de ellos en todo momento y donde maltratarlos era vergonzoso. Pero en definitiva, traía más perros a este mundo con catastrófica sobrepoblación y sufrimiento canino.

Pero no lo sabía…No lo sabía, así como no sabía que comprar un perro o venderlo o reproducirlo o no esterilizarlo, provoca el sufrimiento de otros perros. No lo sabía, así como todavía hay muchas personas, demasiadas, que no lo saben. Y no por eso son juzgables. Y mucho menos “culpables”, aunque quizás sí responsables.

Si queremos ser brazos de un movimiento pacifista, porque ese es el cimiento de nuestra lucha, la mismísima paz, no podemos permitirnos la violencia en ninguna de sus aristas. Mucho menos podemos transformarnos en discriminadores de quienes todavía no han volteado hacia los animales. Urge que seamos moderados, éticos, respetuosos, inteligentes y estratégicos.

Si es necesario, que lo es, disminuir o desaparecer mejor, la compra-venta de perros en redes sociales, nada mejor que puntualizar casos, identificarlos, e intentar resolverlos respetuosamente con información, argumentos y corazón. Sin juzgar, sin agredir, sin difamar, sin intimidar.

Sin ir más lejos, por ejemplo, quienes no comemos animales, muchas veces nos hemos escuchado respondiendo que “es una cuestión evolutiva”. Indirectamente agrediendo a quien todavía los come sin siquiera pensar ni saber cómo llegan a su plato.

Los que hemos volteado hacia los animales de otras especies, además de la nuestra (lo cual es condicionante para decirse activista animalista), tenemos una responsabilidad, y si escapamos de ella por pereza, por desidia, por no sentarnos a investigar, por no tener argumentos, por no “profesionalizarnos”, entonces, nosotros somos los verdaderos “culpables”.

Responsabilidad tenemos todos, estemos donde estemos, seamos quienes seamos, tengamos lo que tengamos; responsables de todo lo que sucede en nuestro planeta, somos todos. Todos tenemos la responsabilidad de informarnos. Todos tenemos la responsabilidad de averiguar si nuestras acciones perjudicarán o no.

Volviendo al tema, tan responsable de su acto es quien vende o compra perros de investigar, enterarse y dejar de hacerlo, como quien ya sabe sobre la problemática, es responsable de encontrar la forma más eficiente y eficaz para cambiar rumbos.

Yo compré a mi perro Simón, y no, no soy culpable, soy responsable de haberlo hecho y era mi responsabilidad abrir mi espectro de conocimiento sobre el tema para finalmente actuar ya no desde mi deseo personal, sino desde una necesidad social.

Ahora “bajar una velocidad” es necesario. No “acelerar” nuestras respuestas y comentarios, no agredir, no subestimar, no ironizar, dejar los sarcasmos a un lado y si somos con todo derecho “radicales” tratar de no “imponer”, sino convencer…