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La estadística del miedo

La ciencia del estado, origen de la actual estadística tuvo en sus inicios en el siglo XVIII la función de recolectar y clasificar datos para su análisis por los estados o ciudades libres. Llama la atención que hoy en día la estadística sea un elemento que asusta a algunos estados y sea denostada por aquellos quienes se sienten agredidos por los resultados mostrados por instituciones reconocidas como puede ser el mismo INEGI.

Me viene esta situación a la cabeza cuando contrasto la comunicación gubernamental en Puebla que no se cansa de repetir que estamos en un estado muy seguro, que muestra sus propias cifras y presume temas tan impactantes como "disminución de robo a vehículos" cuando el verdadero problema tiene un nombre y se llama violencia, como lo apuntó la semana pasada el Presidente del Consejo Nacional de Organismos Empresariales, quien además dijo que prevalece en el estado una sensación de inseguridad por temor al delito. -Y si no cree, haga su propia encuesta entre vecinos-.

Resulta que en Puebla casi 1 de cada 10 muertes son violentas, lo que resulta en un panorama poco alentador para el futuro de los habitantes de este estado y su capital. Los números normalmente son fríos, pero les recuerdo a los que califican a las balaceras como hechos aislados y a los que se niegan a reconocer el aumento de la violencia con que se cometen los crímenes, que detrás de cada cifra hay un padre, una madre o un hermano lastimado o muerto, y eso no es tolerable solo porque Sinaloa o Tamaulipas sean más violentos.

Desde la máxima tribuna he podido atestiguar como se han enfrentado grandes retos en el país y se han planteado soluciones más allá de intereses personales y partidistas pero también he podido apreciar como la mezquindad ha impedido resolver otros tantos, por el miedo a afrontarlos y sacarlos a la luz pública.

No es posible resolver un problema negándolo, hay que entenderlo, desmenuzarlo, analizar su partes, remitirse al origen para después plantear una estrategia clara y concreta de cara a la sociedad, abrirse a las opiniones de los diferentes actores, aceptar señalamientos y también propuestas sin miedo a las estadísticas. A lo que hay que temer es a la cerrazón y la indiferencia.