“No queremos pasar toda nuestra vida dando de comer”

  • Mujeres Que Saben Latín

Estela Casados González/

El pasado 12 de diciembre Norma Romero atrajo notablemente nuestra atención al dar un discurso respetuoso y contundente ante Enrique Peña Nieto, en el marco de la entrega del Premio Nacional de Derechos Humanos 2013, el cual fue otorgado a Las Patronas, un grupo humanitario de veracruzanas que desde hace dieciocho años alimenta a migrantes centroamericanos que pasan por su pueblo, La Patrona,  del municipio de Amatlán de Los Reyes.

En Xalapa no es la primera vez que escuchamos hablar de ellas. El 26 de noviembre de 2011, habitantes de esta ciudad organizaron el evento Va por Las Patronas, con la finalidad de apoyar su labor. La ciudadanía se volcó a la Plaza Xallitic y donó cinco toneladas de comestibles y agua, en pleno reconocimiento al trabajo de estas mujeres comprometidas que lanzan alimentos y agua a las y los migrantes que pasan montados en los techos de los vagones de un tren lastimosamente llamado La bestia.

Siete meses después, el 2 de junio de 2012, también en Plaza Xallitic, se realizó Jazz por Las Patronas, en donde nuevamente un grupo de habitantes y artistas contribuirían para apoyarlas. En ambas ocasiones estuvo presente Norma Romero, quien con su voz fuerte y directa, invitaba a la ciudadanía xalapeña a sumarse a su labor.

Algo que llamó poderosamente mi atención, y que espero también haya capturado la atención del primer mandatario del país (aunque lo dudo), es el cansancio que las veracruzanas expresaron en su discurso. Y no me refiero al desgaste que produce la actividad cotidiana de cocinar, embolsar alimentos, correr hacia La bestia cada vez que pasa por La Patrona, para lanzar la comida a quienes van en el tren. No.

Las veracruzanas están cansadas de observar a un puñado de personas que se ha tornado en un ejército de gente desplazada por razones económicas. Están cansadas de ver cómo estos se convierten en mercancía víctima del crimen organizado. Y es que una cosa es ayudar al prójimo y otra muy diferente es realizar acciones como sociedad civil ante la grave ausencia y desinterés del Estado. Ni las autoridades estatales ni federales han desarrollado acciones estructurales (ni siquiera emergentes) que permitan resolver lo que sucede al sur de Veracruz: tráfico de estupefacientes, trata de personas, feminicidios, secuestros, levantones, entre otros sucesos violentos.

Es verdad que la sociedad civil organizada debe de desarrollar acciones que permitan mejorar el estado de las cosas, pero el papel de las autoridades es brindar condiciones de seguridad reales que permitan a las y los habitantes de Veracruz, y del país, desenvolverse en un Estado de derecho, en condiciones de paz y de dignidad para la ciudadanía.

De esto carecemos desde hace tiempo. Por eso el país camina titubeante. Quienes gobiernan han olvidado aquello que el pasado 12 de noviembre Norma Romero dijo frente al presidente de México:

“La acción colectiva, la unión para hacer las cosas buenas que nos favorezcan, es posible. La organización no sólo debe de estar en el crimen, sino también entre la sociedad y en los que nos gobiernan. Si cada quien hace lo que le corresponde y nos comprometemos en verdad con la causa, por muy difícil que parezca, seguro lograremos mejorar las condiciones de vida para todos y todas”.