Debates en solitario
- Manolo Victorio
En la jerga cotidiana de los grupos de recuperación de la enfermedad del alcoholismo hay un aforismo, una expresión costumbrista, campechana; pero profundamente filosófica.
Cuando un enfermo alcohólico no avanza en su recuperación, los compañeros suelen decir, “juntas y juntas y no juntas nada”, con referencia al estancamiento del individuo que solo va a las sesiones a tomar café con galletas.
Así pasa con los debates. Una mezcolanza de acusaciones, señalamientos, dedos flamígeros, documentos y narrativa que encuadran una sola escena: la política sirve no para el bien común, sino para engordar el patrimonio personal.
Los debates nos señalan, lastimosamente, en esta crisis de credibilidad por la cosa pública, que los partidos políticos mueven a sus marionetas que se baten en cada debate en una carnicería, en un moderno circo mediático, que exhibe quien es más corrupto, quien se ha beneficiado más con la administración pública, quien tiene la vida pública, privada y oculta —que todos tenemos con la salvedad que no todos somos candidatos—, más vendible al morbo popular.
Qué pobre espectáculo
La agenda del debate, que debe ser espacio público para la oferta, exhibición de las herramientas de solución a los problemas que aquejan a la población, una visión retórica de la perfectibilidad del bien común, camino donde debieran converger gobernantes y gobernados.
Según definición técnica, un debate “se define como la discusión que se lleva a cabo en forma pública entre dos o más contendientes a un mismo cargo de elección popular, bajo un esquema y mecánica previamente establecidos y su objetivo principal es el intercambio de ideas, en un marco de respeto y civilidad entre los participantes” (ordenjuridico.gob.mx).
El respeto y la civilidad se han ido por el caño del espectáculo carroñero, de la desnudez de la virtud, desgarre televisado de la moral, dilapidación de la decencia, en horario prime, triple AAA, a coste de los tiempos oficiales, del dinero público usado para montar una carpa mediática de pueblo donde la finalidad es ridiculizar, cosificar, hundir al adversario a costa de historias empapeladas que tienen que ver con riquezas amasadas al amparo del poder, tráfico de influencias, paraísos fiscales, infidelidades, doble vida sexual y demás pasiones e instintos descoyuntados que en nada abonan a lo que la gente anhela.
El mexicano, el veracruzano, en orden descendente de pertenencia y oriundez, está más interesado por ver que su equipo de futbol pase a la liguilla que en las candidatas y candidatos a un puesto de elección popular, le preocupa más que no suban de precio el paquete de los dos caguamones de 1.200 mililitros porque ha destinado 200 pesos para la coperacha espontánea (que es ritual negado en la conciencia, pero obligatorio en la praxis) el arbitraje y de la fiesta post partido que se arma cada fin de semana porque el equipo llanero ganó o perdió un partido importantísimo.
Así funcionan las cosas en la base votante.
Las acusaciones, señalamientos, insultos y denuestos les valen un volován.
Las discusiones se dan solo en la mesa de café entre políticos, periodistas y opinólogos profesionales que destinan dos o tres horas a recomponer el escenario desde una cómoda mesa en un restaurante o cafetería.
Ahí se quedan los análisis de los debates, en pequeño círculo que proyecta escenarios, desbarranca candidaturas, cruza línea de tiempo en la estadística de crecimiento de un candidato y el descenso en las preferencias del otro.
Al final pasa en los debates como una escena cotidiana en la ciudad, donde los pasajeros que saltan 30 centímetros del piso del autobús urbano cuando el chofer se come un vado por la prisa de pasar a tiempo con el checador; vuelven a caer en el mismo lugar, solo sobresaltados momentáneamente por el súbito salto de la unidad.
Después de los días, todo vuelve a la normalidad, los puntos que perdieron los punteros pueden recuperarse en proporción inversa a los errores de los más cercanos perseguidores.
… del mismo costal.
El analista, político y comentarista radiofónico Javier Niembro Montoya, sacó el porcentaje de las elecciones de gobernador, desde Miguel Alemán Velasco, hasta Cuitláhuac García Jiménez.
El promedio de votación de las últimas 5 elecciones a gobernador es del 57%, resume el analista.
MAV 49%
FHB 60%
JDO 58%
MYL 54%
CGJ 65%
Si la estadística no falla, quien gane la elección del 2 de junio, será gobernador o gobernadora con 1,700,000 votos, el número estadístico que, según Niembro, cosechará la ganadora o ganador del ejercicio comicial.
Una vara muy alta para Rocío Nahle, Pepe Yunes y Polo Deschamps.
Arranca el mes decisivo para pueblear en busca del voto, para dejar la oficina e ir a ras de tierra.
Ahí están los votos.
Anteriores
Periodista, conductor de radio, maestro universitario, reportero.