Ni perdón ni olvido, ¡castigo!

  • Darío Suárez

El sábado 05 de marzo, previo a la conmemoración del día de la familia en nuestro país, aconteció uno de los sucesos más vergonzosos de nuestra historia deportiva, y afirmo que es vergonzoso porque no hay palabras que justifiquen tal acto de barbarie entre los asistentes a un partido de fútbol, en el que si bien los jugadores se enfrentan en la cancha para obtener la victoria, nada tiene que ver este hecho para que en las gradas se calienten los ánimos a tal grado de arrebatar la vida a una o más personas.

El hecho del fin de semana, en el que “aficionados” de los equipos Atlas y Querétaro se enfrentaron en una guerra campal dejando decenas de lesionados, pero que pintaba para ser un partido en el que la competencia y la convivencia prevalecieran en una entidad que no figuraba en el escenario de los actos violentos, vandálicos y delincuenciales, dejo mucho que desear y colocó a nuestro país en el centro de la vergüenza internacional, además de  un mar de especulaciones debido al progreso de diferentes actividades deportivas que se encuentran por venir, entre ellas: la continuidad del torneo actual de la liga mx, la permanencia o expulsión de los “Gallos Blancos” de Querétaro de dicha liga y la participación de nuestro país en el mundial de Qatar 2022, además de ser sede del mismo en 2026.

En este sentido, el Presidente de la FIFA, Gianni Infantino, emitió un comunicado en el que explicó que no habrá sanción alguna para el futbol mexicano por parte de dicha organización, simplemente se limitó  a realizar recomendaciones para mejorar los sistemas y protocolos de seguridad durante los encuentros en los estadios. De la misma manera, se hizo un llamado a los asistentes para que no se use la violencia para resolver diferencias en los encuentros y dejó en manos de la Liga MX, presidida por Mikel Arriola, la solución a esta problemática y la toma de decisión en las sanciones aplicables para erradicar la violencia.

Pero, ante este tipo de hechos, solo nos queda preguntarnos: ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad? ¿A qué grado de descomposición estamos llegando? ¿Qué estamos legando a las nuevas generaciones con este tipo de actos violentos?¿Por qué continuamos normalizando la violencia en espacios en donde la convivencia y la recreación de familias, niños, jóvenes, mujeres y ancianos tendría que ser el aspecto fundamental para un mejor desenvolvimiento social?

Además, ¿Qué tipo de padres somos? ¿Qué tipo de hijos criamos a diario? ¿Con qué respeto nos dirigimos a nuestros padres, abuelos, tíos, hermanos, y demás familiares, que nos impida respetar la integridad física y emocional de otro individuo? ¡Ya basta de normalizar la violencia! ¡Ya basta de continuar promoviendo el odio entre nuestros jóvenes y deportistas! ¡Ya basta de dejar que nuestros niños y adolescentes convivan en espacios violentos y se dirijan de la misma forma hacia los adultos! ¡Ya basta de aplaudir este tipo de actos y actitudes que lo único que nos dejan es la continua descomposición de nuestra sociedad.

En mi columna anterior, abordaba el tema del nacionalismo mexicano, haciendo alusión al “amor” como la palabra que nos debe identificar hacia nuestro país, pero también hacia el prójimo, al ciudadano común como cada uno de nosotros que integramos esta gran nación. Así mismo, y con antelación, he sido muy enfático en el hecho de que el respeto hacia los demás y para con lo de los demás es imperante para una mejor convivencia, y en este caso, no se trata de aspectos  banales, sino de la vida de una persona.

Ante este hecho, me sumo al reclamo de toda la sociedad mexicana y de diferentes partes del mundo entero: ¡Ni perdón ni olvido, castigo! Se deben emitir sanciones por parte de las  autoridades deportivas y gubernamentales ante los responsables de este hecho trágico y vergonzoso que denigró y denostó el escenario deportivo mexicano y externó al mundo entero el grado de descomposición social que impera en nuestro país.

No todo es culpa del gobierno, como ciudadanos debemos afrontar lo que nos corresponde y hacernos responsables de lo que nos toca, seguramente en este aspecto se encuentra la solución a muchos de nuestros problemas.

¡Es cuanto!