Fiestas Patrias

  • Manolo Victorio

I.

En el matriarcado existencial, donde la tradición oral deriva en usos y costumbres, piedras angulares de la cultura popular, a pie de fogón, las mujeres desmenuzaban los avatares de la vida cotidiana, explicando las crisis con una frase rústica, pero certera: ‘hay tiempos que nada el pato; hay otros que ni agua bebe’.

Esta filosofía popular aplica al dedillo en la celebración de los 112 años de nuestra independencia respecto de la Corona Española.

La celebración silente provocada por una pandemia que nos asola desde hace 18 meses en los que hemos vivido aculados por el miedo al contagio primero y a la muerte después, solitaria, en la sala de un hospital o en nuestra cama, alejados de los nuestros.

El mexicano, festivo hasta el tuétano, se resiste al silencio, al apartamiento social, a la borrachera de buró, en solitario; quiere fiesta, desea exhibición del valor cívico de celebrarse a sí mismo como sobreviviente de las tragedias cotidianas de la vida, de un trabajo insufrible y una realidad que no cambia de color, siempre gris, siempre triste.

Quizá por el sólo hecho de jugar las contras a la autoridad, para desafiar a la muerte, escancie sus penas, carencias y frustraciones con caguama, tequila, caña, mezcal, caña o cualquier curadito que contenga alcohol, si no, no habrá chiste en esta celebración de la sobrevivencia milagrosa.

Héctor de Mauleón escribió (El Universal 13/12/2016) que somos ‘La patria del cohete’ al desmenuzar la propensión del pueblo mexicano por la pirotecnia festiva o de luto, quemada con desbordado frenesí en la alegría como en la tristeza.

“Benito Juárez quiso desterrar la religión católica para que los mexicanos no gastaran su dinero tronando cohetes. No consiguió ninguna de las dos cosas.”

Bernal Díaz del Castillo cuenta que al desembarcar en Veracruz, Hernán Cortés mandó a sus artilleros “que tuviesen muy cebadas las lumbreras con un buen golpe de pólvora para que hiciesen gran trueno cuando las soltasen”.

Cuando la población indígena escuchó por primera vez el rugir de los cañones fue presa de un terror indecible. Había oído, como escribe Bernardino de Sahagún, “el negocio de la artillería, especialmente de los truenos que quiebran las orejas, y del hedor de la pólvora que parece cosa infernal”, escribió el columnista ese 12 de diciembre, celebración de la Virgen de Guadalupe.

Madame Calderón se sienta a escribir largas cartas a sus familiares. La escritura de la carta número XXXVIII queda interrumpida de pronto por “una atronadora lluvia de cohetes”. El estruendo da al traste a los pensamientos a que se había entregado.

Y remacha con una anécdota sabrosa:

 

 

“‘¿Qué creen ustedes que estén haciendo ahora los mexicanos?’, preguntó Fernando VII a un mexicano, el cual se encontraba en la corte española poco después del triunfo de la Independencia.

‘Echando cohetes, Su Majestad’, contestó el mexicano.

‘Pero quisiera yo saber, ¿qué estarán haciendo los mexicanos ahora?’, dijo el Rey en la tarde.

‘Tirando cohetes, Su Majestad, siguen tirando cohetes’”.

II.

En El Pando, localidad rural del norponiente del municipio de Veracruz, cada viernes un grupo de música chunchaca, se instala a las orillas de un hotel en desuso, en el acceso a esta localidad.

Un tecladista vocalista, un guitarrista y un baterista arman un jelengue impresionante, sacan de su ensimismamiento a los conductores de la carretera Tamaca – Paso de Ovejas, alegran la tarde, a cambio de unas monedas que pide al respetable un mozalbete que usa el güiro a manera de alcancía.

20 mil familias dependen directa o indirectamente de los grupos musicales de en el estado de Veracruz, según porcentaje extraído por Daniel Villalobos, exalcalde de Paso de Ovejas y chunchaquero de corazón y profesión.

Los músicos mueren de inanición y de inacción porque no hay bailes populares ni tocadas en los parques, explanadas, bajos de palacios municipales y plazas públicas.

Nadie los contrata bajo la premisa de la sana distancia decretada por la cuatrote.

Han sobrevivido empeñando hasta la pandereta en las casas de préstamo.

Los músicos languidecen, no aventarán cuetes en este mes patrio, a pesar de recoger las varas por año y medio.

III.

Diana Patricia pasó cuatro meses y medio tras las rejas del penal de Acayucan por sufrir un aborto espontáneo en los baños de mujeres del supermercado Soriana, en Oluta, cuando el producto de 5 meses de gestación se le desprendió de la matriz.

Diana fue acusada por la Fiscalía General del Estado de homicidio culposo, pues algunas versiones dicen que el producto vivía cuando su madre lo dejó abandonado.

Las razones del aborto fueron las consecuencias de un embarazo mal llevado, de alto riesgo, concebido en un ambiente de violencia intrafamiliar, donde la figura del marido golpeador y abusador, es el epicentro responsable de una tragedia donde la víctima siempre fue Diana Patricia.

Este 15 de septiembre, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez informó que la Magistrada Isabel Romero Cruz, presidente del Poder Judicial en Veracruz, señaló que la imputabilidad se determinó el pasado martes 14 de septiembre "por los hechos acontecidos en un centro comercial de Oluta, concediendo la razón al abogado defensor".

Luego entonces, la joven Diana "N" fue liberada luego de que la Fiscalía General del Estado (FGE) y el Poder Judicial hayan "encontrando fundadas las argumentaciones de la defensa, por lo que quedó en libertad".

El periodista José Luis Ortega Vidal reseñó que la vida de Diana Patricia no era fácil, vendía frituras, golosinas y tamales para buscar a subsistencia diaria, jalando a un crío de tres años.

Caminaba desde la periferia de Acayucan hasta el centro intentando vender su mercancía; ahora está libre de las rejas, pero aprisionada nuevamente por la pobreza extrema e ignorancia, pues el marido se fue con los dos hijos restantes.

Celebramos el mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que libertó a Diana Patricia, pero condenamos sus condiciones de miseria que debieran resolverse con la transversalidad gubernamental emanada por Bienestar, Sedesol, IVM, ONG’s feministas, iglesias y DIF estatal.

@ManoloVictorio