Profesiones y lenguaje incluyente

  • Mujeres Que Saben Latín

Estela Casados González/

Cuando tenía 5 años acompañé a mi madre al hospital de PEMEX que había en mi pueblo para que le aplicaran vacunas a mi hermanito de 2 años. Al llegar, una enfermera nos informó que por el momento no contaban con la dosis que le correspondía a él.

De pronto, su mirada se detuvo en mí y le dijo a mi madre: “pero para ella sí tenemos”. ¡Inyecciones! Corrí presa del terror.

Otra enfermera me interceptó con suma facilidad. Como si atrapar a una prófuga de vacunas infantiles fuera parte de sus actividades cotidianas. Como si eso se lo hubieran enseñado en la carrera de enfermería. Jamás volví a acudir al hospital de PEMEX voluntariamente.

He de confesar que en mi vida adulta persiste mi temor a las enfermeras, aunque sean muy diestras para encontrar y pinchar mis venas escondidas, aunque sepan más del cuerpo humano y su sanación que la mayoría de los médicos que conozco.

Cada 6 de enero se celebra a las personas que se dedican a la enfermería. Quienes hemos sido pacientes en alguna clínica u hospital sabemos de su vital importancia en el complejo engranaje que hace funcionar a esas instituciones.

A diferencia de otras partes del mundo en donde esta fecha se celebra el 12 de mayo en honor a Florence Nightingale, desde el 6 de enero de 1931 felicitamos a quienes se dedican a esta noble labor en nuestro país.

En México es notable el papel que muchas mujeres han tenido en la enfermería. De hecho, los reconocimientos que el gobierno federal ha implementado para premiar su destacado trabajo llevan nombres de mujeres: Reconocimiento al Mérito en Enfermería Graciela Arroyo de Cordero o el Reconocimiento en Enfermería María Guadalupe Cerisola Salcido, entre otros más.

Es una profesión que nació feminizada, por decirlo de alguna manera. Siempre viene a nuestra mente la imagen de una mujer de blanco y tonos pastel, algunas veces con una cofia que muestra una serie de líneas cuyo significado ignoramos, pero que ellas parecen entender bastante bien.

Aún más rara que las palabras bióloga o ingeniera, lo es la palabra enfermero. A nadie se le ocurrió llamar enfermera a un hombre que ejercía la enfermería. “Persona dedicada a la asistencia de los enfermos” (que no de las enfermas) define el diccionario de la RAE cuando buscamos el significado de enfermero.

Cada vez existe un número mayor de hombres que estudian y ejercen la enfermería. No cabe duda de que esto es bastante bueno y que seguramente destacarán por su profesionalismo y habilidad para curar personas y salvar innumerables vidas.

Por deformación feminista y antropológica, no puedo evitar observar cómo los títulos que le otorgamos a quienes ejercen una profesión se masculinizan con gran facilidad y se feminizan con gran escándalo e indignación.

Existen personas para las que no hay ofensa más grande que ser llamadas médicas, ingenieras, biólogas, químicas, cirujanas. Ser nombradas en masculino pareciera equiparable a un mayor reconocimiento y ser tomadas en serio en el ámbito profesional.

Las enfermeras y enfermeros, al parecer, comparten esa ventajosa situación de recibir reconocimiento por su labor, y no por la masculinización o feminización de un título profesional.